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Antes de que Rick O'Connell despertara la ira del temible sacerdote egipcio Im-Ho-Tep, el gran y polifacético Boris Karloff lo encarnó (nunca mejor dicho) en una de las superproducciones de la Universal de los años 30. Y es que todo en esta primera película de la momia tiene cierto eco en la versión de Stephen Sommers. Toda la historia de Im-Ho-Tep es calcada de esta versión, su amor por Anck-Su-Nammun y su plan de traerla de nuevo a la vida usando a la protagonista femenina de la cinta. Tres exploradores intentarán impedirlo.
La película comienza con una inscripción egipcia en tintes blancos y negros, y tras un pequeño prólogo en que obtenemos la única visión de la momia como tal despertando, nos trasladamos a varios años después, en que ésta ya ha adquirido el cuerpo de Karloff. La inquietante y siniestra atmósfera que cubre toda la cinta se beneficia de la falta de color y permite al director crear una película de aventuras y a la vez de suspense.
El uso de los efectos especiales, aunque parco (comprensible por la época), consigue unos correctos resultados. El maquillaje de Karloff hace que nos creamos que realmente es la momia, y los flashback a los que la cinta recurre para contar a la futura prometida de la momia su historia (escena vista en "El Regreso de la Momia", con algunos cambios), se integran perfectamente en el conjunto.
En definitiva, otra gran aventura de la Universal, de esas que permitían a los espectadores soñar y viajar a mundos lejanos, cuando el cine apenas comenzaba a dar sus primeros pasos.