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Leni descubrió el cine mirando una película de Arnold Fanck, y en una estación de metro de Berlín decidió que su propósito en la vida era hacer cine. Después de iniciarse como actriz, emergió de los azules picos y las nieves eternas del cine alpinista, género netamente alemán, del que aprendió a escalar montañas y a afrontar cualquier tipo de inclemencia física, a la vez que se enamoró del plasticismo de la imagen cinematográfica. Ya como directora, le rindió culto a la belleza, no sólo a la de los cuerpos sino a la de los encuadres cinematográficos. No conforme con el cine de su época, hizo crecer de una manera descomunal la estética cinematográfica al crear dispositivos y maneras de encuadrar que eran simple y sencillamente fascinantes. Es curioso que después de tantos años y en plena era digital, las innovaciones de Leni aún no han sido igualadas.
El cine de la República de Weimar tendría una derivación política importantísima en la obra de Leni Riefenstahl. Esta polémica artista, nacida en 1902, había comenzado como bailarina en el Teatro Alemán junto a Max Reinhardt. Después fue una famosa actriz del cine de montañas, un género que alcanzó gran popularidad en los '20 y cuyo exponente más notorio fue el director Arnold Fanck. Eximia deportista, Riefenstahl actuó bajo la dirección de Fanck en La montaña sagrada (1926), El infierno blanco de Piz Palu (1929) y Tormenta sobre el Monte Blanco (1930) entre otras. Continuadoras de la tradición romántica alemana, las películas de montañas parecen una respuesta a la exhibición de lo siniestro desarrollada por el expresionismo, y constituyen el equivalente alemán del western norteamericano. Su ámbito exclusivo lo conforman las imponentes y hermosas montañas heladas en las que se realizan riesgosas acciones: ascensos difíciles, espectaculares descensos en ski, catástrofes, rescates en el hielo en los cuales la vida siempre está en peligro; la montaña es la verdadera protagonista, la meta a conquistar. El género se prestaba para trabajar con imágenes y contenidos de intensa significación simbólica: la monumentalidad, las alturas, el ascenso a costa de la propia vida, la lucha con los elementos, el riesgo, la figura del guía conductor, el uso de la luz cobrarán una función ideológica.
Se hicieron las primeras tomas –escribe Leni Riefenstahl–, de noche, en el lago, en Lenzerheide.
"Se encendieron los reflectores –añade–, iluminaron las construcciones de hielo. Hacía un frío horroroso, los cables se rompían, las cajas de contacto y las cámaras se helaban. Pero a pesar de todas las dificultades el trabajo proseguía. Yo admiraba la calma y el dominio de sí mismo que mostraba Fanck en estas catástrofes. Me enseñó que todo había que fotografiarlo igualmente bien: personas, animales, nubes, agua, hielo, y verlo todo, a ser posible, desde un ángulo completamente nuevo. Me permitió mirar a través de la cámara, escoger tomas de imagen, aprendí lo que era material negativo y positivo, a trabajar con distintas distancias focales, el efecto de los negativos y los filtros de color. Sentí que el cine podría ser para mí una nueva tarea. Al mismo tiempo comprendí que en el cine el individuo no es nada, que aquí todo podía realizarse sólo en un trabajo conjunto" (Leni Riefenstahl, Memorias, Barcelona, Lumen, 1991).
"El Dr. Arnold Fanck –escribe Siegfred Kracauer–, nativo de Friburgo i Br., fue el descubridor del género de las películas de montaña y casi lo monopolizó durante toda la era republicana. Originariamente era un geólogo apasionado por escalar montañas. En su afán por difundir el evangelio de los picos inaccesibles y las escaladas peligrosas, Fanck confió gradualmente en actores y técnicos que eran o se transformaron en notables alpinistas y esquiadores. Entre sus colaboradores más destacados figuraron Leni Riefenstahl, Luis Trenker y Sepp Allgeier (...) Lo notable de estos filmes radica en que, mientras la pantalla alemana no ofrecía sino escenarios fabricados en los estudios, éstos captaban los aspectos más grandiosos de la naturaleza. Fanck se tornó cada vez más hábil para combinar precipicios y pasiones, abismos inaccesibles y conflictos humanos insolubles. Cada año aportaba un nuevo drama con montañas. Pero el elemento ficticio, exuberante como era, no interfería en las abundantes tomas documentales del mundo silencioso de las alturas. Como documento esas películas fueron realizaciones incomparables" (Siegfried Kracauer, De Caligari a Hitler, Barcelona. Paidós, 1985).
