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En esta obra teatral de Belasco se basó Puccini para crear una de sus más famosas óperas, "La fanciulla del West" (1910). Además de ésta de DeMille tuvo varias adaptaciones cinematográficas más: en 1923 (dirigida por Edwin Carewe), 1930 (parece que desaparecida, con Ann Arding, dirigida por John Francis Dillon), 1938 (con la famosa pareja Nelson Eddy y Jeannette MacDonald, dirigida por Robert Z. Leonard) y 1942 (una producción italiana dirigida por el alemán Carl Koch).
DeMille apenas llevaba dos años dirigiendo (y produciendo sus películas), cuando, en 1915, llevó a cabo este western primerizo que disfruta de una mayor frescura que sus posteriores tomos bíblicos o redentoristas. "La chica del Dorado Oeste" es ágil, entretetenida y ligera; y cuenta con todos los tópicos del género que luego serían repetidos hasta la saciedad: chica de saloon con un espíritu romántico, esperando siempre a ese galán que la librará de los chistes rancios y los manoseos de la basta clientela; sheriff que parece un enterrador, jugador empedernido y que tiene su oficina en el mismo saloon; bandidos razonablemente malos y con un jefe llamado Ramerrez (por lo visto al señor DeMille le parecía que Ramírez era demasiado "mejicano"), que es, a su vez, el chico de la película y que sufrirá lo suyo para llevar a la vicaría a la citada y casta cabaretera (exactamente un balazo y un intento de ahorcamiento).
DeMille también escribió el guión, partiendo de una obra original de David Belasco. Luego el mismo argumento se llevaría otras tres veces a la pantalla y quizá la versión más conocida sea la que en 1938 interpretaron la melosa pareja Nelson Eddy-Jeanette MacDonald, aunque en esa ocasión aprovecharon --cómo no--, para intercalar media docena de canciones arrullándose mejilla contra mejilla. Aquí no hay baladas románticas pero sí cabalgadas, trampas en las cartas, disparos y mucha acción.
Película bastante difícil de conseguir, tiene todo el encanto de esas epopeyas de la prehistoria cinematográfica y nos regala con una hora de distracción sin muchas complicaciones, algo que de vez en cuando se agradece.