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Escrita por Wilkie Collins en 1859 y convertida más tarde en novela por entregas, "La dama de blanco" es una de las obras más veces llevadas al teatro, la pantalla y la televisión en forma de serie: hasta veinte ocasiones se ha repetido su argumento cara al público, sin contar con las traducciones de la novela original. No cabe duda que los ingredientes de la misma son muy "apetitosos" --misterio, engaños, conspiración, inocencia ultrajada, etcétera--. La trama gira en torno a una misteriosa joven que huye del manicomio donde estaba encerrada y ronda por la mansión de la protagonista para prevenirla contra una conspiración que se alza frente a ella para despojarla de sus propiedades. Ahí entran en escena un profesor de pintura enamorado de esa joven, un supuesto sir que quiere casarse con ella para quedarse con su fortuna y un doctor brasileño estafador, aliado a dicho personaje.
Ésta es la tercera versión silente que se realizó a partir de la novela y nos ofrece la oportunidad de ver a la bella Florence LaBadie, una actriz de la que han quedado pocas evidencias en forma de película. La producción corrió a cargo de la Thannhouser, que filmó cientos de películas hasta los años veinte, muchas recientemente rescatadas.
En suma, un producto para los que aprecian el cine de misterio, de secretos terribles y de malos y buenos, bien realizado y que nos mantiene royendo las uñas desde el principio hasta el final. Es evidente que al condensar una trama tan compleja en setenta minutos muchos personajes quedan apenas esbozados, pero con todo el resultado final es muy apetecible.
Eduard José Gasulla
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La versión de 1917 de "La mujer de blanco", muchas veces adaptada a la pantalla, es un ejemplo competente, aunque corriente, del melodrama de la década de 1910. Hay muchos bigotes y conspiraciones contra los ingeniosos ojos saltones de la joven en esta historia cargada de exposiciones que no parece prestarse bien al lenguaje único del cine mudo. A menudo la trama bordea lo ridículo, con los malos conspirando en los lugares más inconvenientes (siempre junto a ventanas abiertas o balcones donde las sirvientas inocentes podrían escuchar sus siniestros planes, por supuesto) o siguiendo a las personas con sólo medio metro entre ellos y la víctima.
No tengo idea de cuán fiel es o no esta película al libro, pero la adaptación de 1947 me pareció un producto más coherente e interesante, tal vez porque tiene más tiempo para contar la historia. Tal como está, esta película se muestra apresurada y, aparte de algunas composiciones interesantes y dobles exposiciones aquí y allá, no es muy imaginativa. Éste fue uno de los últimos proyectos de la compañía Thanhouser y de la estrella de cine Florence La Badie. Los cortometrajes de Thanhouser se encuentran entre las mejores películas que encontrarás en la década de 1910, mientras que La Badie era una encantadora joven actriz cuya prometedora carrera se vería truncada por un fatal accidente automovilístico poco después del estreno de "La mujer de blanco".
