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La mujer en la luna es la última película muda que realizó Fritz Lang y también la película de ciencia-ficción mas verosímil que se había planteado hasta la época.
La sinopsis es sencilla: consiste en presentar el primer viaje a la Luna desde la Tierra, protagonizado en este caso por ciudadanos alemanes. El industrial Wolf Helius, convencido por el profesor Mandfelt de que en la Luna es posible encontrar oro, construye un cohete espacial capaz de efectuar un viaje a nuestro satélite. En el insólito viaje, que no va a ser el primero ya que una expedición anterior no ha sobrevivido, le acompañarán su mejor amigo e ingeniero jefe, el profesor, su novia, un espía y un niño que se cuela en la nave como polizón.
Como puede verse en la pequeña sinopsis anterior, el guión no parece nada original. Pero no lo parece hoy en día, porque hay que recordar que la película se realizó en 1929 y lo que para nosotros, los ciudadanos del siglo XXI, es un tema absolutamente superado, que incluso hemos vivido gracias a Jesús Hermida, para nuestros abuelos constituía una absoluta novedad en el segundo cuarto del siglo XX.
Si La mujer en la luna sólo fuera un film profético -en un tema que por otra parte ya había desarrollado Julio Verne, aunque con grandes inconsistencias científicas-, no merecería más que un pequeño comentario referido a su capacidad de anticipación. La realidad es bastante diferente. Este film contiene también considerables logros técnicos, estéticos, fotográficos y de guión que lo convierten en una joya extraordinaria que todos los aficionados a la ciencia-ficción y al cine deberían conocer.
La mujer en la lunaRespecto de las imágenes anticipatorias que se explicitan en la película, no son nada extrañas en su propio contexto, ya que Hermann Oberth, uno de los guionistas, Willy Ley, Gustav Wolf o Horst Von Harbou, colaboradores científicos de Lang, fueron científicos que trabajaron en el programa de cohetes alemán. Por consiguiente, toda la verosimilitud científica del film, referida al programa espacial, se debe a este asesoramiento “real” del programa de cohetes alemán, que posteriormente llevaría al lanzamiento de las V1 y V2, y mas tarde, a través de Von Braun y otros científicos, a los programas espaciales ruso y norteamericano. De la absoluta “realidad” del film puede dar cuenta la destrucción de todas las maquetas de la nave espacial por parte del gobierno nazi porque ponía en peligro el programa secreto de las V1 y V2.
La mujer en la luna ofrece a los ojos del espectador del siglo XXI un impresionante alarde de imágenes que hemos tenido el privilegio de observar sin la ayuda de los efectos especiales. Escenas como la del lanzamiento de la nave espacial, que nos resultan tan comunes actualmente, debieron ser una verdadera revolución en la época de realización de la película. Como anécdota hay que contar que la famosa cuenta atrás fue inventada por Lang: "Si empezamos a contar a partir de uno, no sabremos cuándo terminar. Pero si empezamos desde diez hacia atrás, todos sabrán que la cuenta acabará en cero. Eso da un dramatismo inusitado a la situación." Ese conteo descendente sería después aplicado a todas las películas posteriores y, lo que es más interesante, a los lanzamiento reales, con lo que debemos a Lang el suspense que se produce cada vez que una nave espacial abandona nuestro mundo.
La película consta de dos partes muy bien diferenciadas. En la primera parte se nos muestran los entresijos económicos y de poder que propician el viaje, en realidad un empresa económica más. Los poderosos quieren sacar tajada del viaje y los aventureros deberán plegarse a sus exigencias. La segunda parte muestra el viaje en sí y es donde se concentran la mayoría de los elementos de ciencia-ficción.
La mujer en la lunaResulta muy curioso observar cómo en esta segunda parte se contraponen dos mundos antagónicos: lo que ahora denominaríamos ciencia-ficción hard y la más pura space opera aventurera. Si en el comienzo de la segunda parte se nos narra exhaustivamente cómo puede ser un viaje espacial (el lanzamiento de la nave, las diferentes fases del cohete, la gravedad cero o el alunizaje mediante retrocohetes), a partir del alunizaje la credibilidad científica desaparece. La luna se convierte en un astro que contiene atmósfera por lo que los cosmonautas pueden andar sin trajes espaciales y sin que la diferencia de gravedad les afecte lo mas mínimo, aunque como concesión a lo verosímil hay que decir que los actores calzan unos impresionantes zapatos con plataforma que suponemos deberían compensar la falta de masa planetaria.
La flaqueza que el film exhibe se centra principalmente en los personajes. No se produce en ningún momento un desarrollo creíble de éstos, proporcionando a los espectadores un pálido estereotipo de cada uno de ellos. La cándida y abnegada novia, el héroe inteligente y guapo, el profesor chiflado, el espía malvado y típico, o el amigo dubitativo entre la amistad y su propia salvación. Estos personajes realmente aportan muy poco a la narración y se podría decir que deambulan simplemente como sostén de lo que es para Lang más importante: la imagen.
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Después de las febriles profecías de Metrópolis, la distopía del siglo XXI para Fritz Lang quedó arraigada en el aquí y el ahora de la República de Weimar, ya que, como Godard con Alphaville, el director vio que el futuro ya estaba ocurriendo. El brazo extendido de la ambición (no el "nunca", solo el "todavía no") apunta al espacio exterior, aunque el viaje de la película a la luna sigue siendo, al menos en parte, un escape de los dolores del mundo hacia un orbe aún no contaminado: - Por lo general, el viaje espacial está orquestado por fuerzas Mabuse-lite, encabezadas por una camarilla de industriales y representada por el maestro del disfraz de Fritz Rasp, equipado con un trapeador de Hitler. Rasp está disponible para la intriga a bordo del cohete espacial, aunque no es que la tripulación necesite más, con el triángulo del navegante principal Willy Fritsch y los científicos comprometidos Gerda Maurus y Gustav von Wangenheim que ya proporcionan mucha paranoia para hervir a fuego lento mucho antes de la llegada a la luna. A diferencia de la furiosa elipsis de Spies, la cuenta regresiva de la plataforma de lanzamiento no llega hasta después del punto medio, la introducción de Lang descansa tranquilamente en detalles humanos para contrastar con la sensación de tecnología empequeñecida que sigue: la silla de tres patas en el departamento del profesor Klaus Pohl. o la preparación de un sándwich merecen tanta atención como los deslumbrantes cráteres giratorios y las cuevas irregulares y burbujeantes de la luna. Su aterrizaje localiza no solo oro, sino también oxígeno y agua, por no hablar de los oscuros miedos, la codicia, los celos y una variedad de debilidades de los personajes; sin embargo, el viaje bien podría filtrarse a través de los ojos del joven polizón Gustl Gstettenbaur, cuyo amor por la ciencia ficción de los cómics encuentra un guiño visual en los efectos especiales infantiles de Lang, una línea de Méliès que traza la trayectoria del cohete o un ¡Eureka! fuera de las paredes a través de títulos de dibujos animados. La interacción entre humanos y máquinas apunta más a 2001: Una odisea en el espacio o Misión a Marte que a Destino Luna o ciencia ficción de los años 50, que culmina en uno de los finales más esperanzadores de Lang: una literalización lírica del título, la renovación de la vida, ciclo en medio de la esterilidad.
--- Fernando F. Croce