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"Peregrinación a Kevlaar" es una película silente que incluye un buen montaje, algunas escenas nocturnas y diversos efectos de iluminación. El Instituto de Cine Sueco hizo un gran trabajo con la restauración digital, incluidos los virados y tonos. Pero la trama y el tema son extremadamente aburridos. Quizá más que los méritos técnicos de una producción, esto es lo que separa a Victor Sjöström o Mauritz Stiller de los autores de esta tontería evangélica. A pesar de que sólo dura aproximadamente una hora, verla es un trabajo duro y no ayuda en absoluto que no disponga de banda sonora.
La primera parte consiste principalmente en tomas de discapacitados y portadores de carteles que recorren las calles para la peregrinación católica del título. Una madre decide sacar de la cama a su afligido hijo para unirse al desfile. Un grupo desagradable estos devotos, cuando no marchan sombríamente, castigan a los niños que juegan y permanecen desafiantemente desinteresados de los entretenimientos escénicos. Hasta que no llegan a la imagen de María que concede milagros, no se emocionan por nada. Se produce la magia habitual de hacer que los discapacitados vuelvan a caminar o toquen el violín. Antes de que el hijo rece mostrando su dolor por la muerte de su novia, la trama incluye un flashback extendido de algunos de los noviazgos más aburridos jamás filmados.
Lo más destacado es cuando él lee su poesía comiéndose con los ojos su cuerpo por su parecido con los animales y otras cosas. Ojos que se asemejan a los de una paloma, pelo como un rebaño de cabras, dientes como ovejas esquiladas recién bañadas, un cuello que es la torre de David con mil escudos y pechos como gemelos de gacela pastando junto a los lirios... ya sabéis, esa clase de cosas. Al final, que incluye a una María superpuesta que desciende de su pedestal, con corona, bastón, crucifijos y cargando un muñeco que se supone que es el niño Jesús, para conceder el deseo del hijo y el sueño de la madre,
el resultado es aún peor.