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En 1921, Musidora, la célebre "vampira" de Feuillade, llegó a España, donde se quedaría cinco años, mientras mantenía un apasionado idilio con el rejoneador cordobés Antonio Cañero. En esa etapa posó para Julio Romero de Torres en el famoso cuadro que todos conocemos y realizó tres películas. "La tierra de los toros", con Cañero como coprotagonista, fue una de ellas.
De hecho, decir que "La tierra de los toros" es una "película" casi le viene grande. Tras un comienzo seudodocumental, donde se presenta al toro y su entorno, hasta que muere en la plaza, luego la cinta sigue con un leve hilo argumental que engloba la relación entre Musidora y Antonio Cañero, la forma en que se conocen (ficticia) y la pasión que sentía la musa del surrealismo por España y por Cañero, naturalmente. Esta última parte está plagada de absurdos, de galopadas arriba y abajo de Musidora y de su amante rejoneador que la persigue y de su más absurda todavía decisión de aparentar ser fea para despertar la atención de Cañero.
No faltan tampoco las lecciones sobre tauromaquia que brinda Cañero a la diva y una secuencia en que ésta hinca el hierro candente a una vaca brava para marcarla, quizá el momento más surrealista de la cinta. Con todo, somos muchos los que amamos a esa Jeanne Roques que ns quitó el aliento con sus mallas ajustadas de vampira y estamos dispuestos a perdonárselo todo, incluida esa afición suya a dirigir películas, empresa para la que, evidentemente, no estaba dotada.
La copia proviene de la Filmoteca española y tiene una marca de agua cruzando el centro de la pantalla, amén de un contador al pie, ya cubierto. Parece que la Filmoteca también ha decidido amargarnos la vida un poco más a los sufridos aficionados.
(Eddie Constanti)