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Realizada en 1928, ya en las puertas del sonoro, la historia que nos presenta es ingeniosa, aunque no romperá ningún molde. La adjunta a dirección de una industria de fabricación de pintura, una joven "asexuada y una máquina de trabajar", como ella misma se califica, tendrá que feminizarse para conquistar al hombre que quiere y, al mismo tiempo, deshacer unos cuantos líos en los que éste, bastante papanatas, se mezcla.
Al margen de un par de buenos hallazgos, como son la máquina batidora de huevos y el papel de "Pygmalion" desarrollado por la abuela de la familia, no hay duda de que la virtud más importante del filme se encuentra en su protagonista, Leatrice Joy. Cuando va sin arreglar parece un equívoco muchacho, pero cuando se viste y maquilla como mujer, la impresión que nos da es la de un maravilloso ser andrógino, capaz de despertar el interés tanto de la platea masculina como de la femenina. Es digno de ver cómo, siguiendo las instrucciones de la abuela, pestañea descaradamente para ganarse el favor de los hombres que la rodean: en otras palabras, es una actriz que no duda en reírse de sí misma para lograr una buena interpretación.
El guión es chispeante y los secundarios de lujo, como ese Snitz Edwards que todos conoceréis al instante de verlo aparecer: muy feo y muy bajito, es el abogado de Keaton en "Las siete ocasiones". Como se ha dicho más de una vez, los secundarios pueden salvar una película mediocre, algo que no puede aplicarse a esta "Lapa pegajosa", interesante por distintos conceptos.
Eduard José Gasulla