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Película de Griffith nº 482.
Una de las películas de mayor éxito del maestro Griffith en la que podemos ver secuencias tan sublimes como la del bautizo del niño moribundo. Los grandes espacios naturales son fotografiados como pocas veces hasta ese momento con una implicación directa sobre el drama.
...Cada plano de Lillian Gish desplomada, sus largos cabellos de sirena flotando al borde del agua, tirada sobre un fragmento de hielo que navega por un río desatado es, por sí solo, un cuadro prerrafaelita, pero, eso sí, de una simplicidad de la que los prerrafaelitas eran incapaces. ¿Por qué son tan bellos esos planos? ¿Por qué el suspense es tan poderoso?... Probablemente porque en realidad no hay ningun trucaje; los actores han sido realmente filmados a la deriva sobre bloques de hielo. Poniendo en peligro sus vidas. Para obtener eso hacía falta una cierta dosis de inconsciencia por parte del cineasta con respecto a sus actores, y, en nuestra época, ninguna normativa sindical lo permitiría. Así que no volveremos a ver nunca más planos tan puros, tan naturalmente fantásticos. He aquí otra de las múltiples razones por las que Griffith es inimitable.