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Publicada por Caolin/Arupa en CF-CL
Robert Macaire es un personaje del imaginario francés que nació de la pluma de Benjamin Antier en 1923, con la obra "L'auberge des adrets". Luego la misma figura de Macaire repitió fortuna en diversos relatos con distintas variaciones hasta quedar enmarcado en la iconografía popular del país galo. Macaire era un bandido despiadado, sin escrúpulos y carente de cualquier sentido de la vergüenza y del honor, que mataba, robaba y se burlaba de las leyes y de toda convención establecida.
En 1925, tres años antes de su emblemática "El hundimiento de la casa Usher" y por medio de su mentor, Abel Gance, al polaco Jean Epstein se le ofreció la oportunidad de llevar a la pantalla las aventuras de ese mítico personaje y además con un dispendio de recursos poco habituales para la época: gran parte del rodaje en exteriores y abundancia de extras y de escenarios naturales. Epstein no desaprovechó la oportunidad y lo primero que hizo fue cambiar el talante del mismo Macaire. Lo que en su origen era brutalidad, cinismo y falta de escrúpulos, como rasgos habituales del bandido, él lo convirtió en tintes paródicos, retranca burlesca y sentido del humor en grandes dosis. Por supuesto, para lograrlo necesitaba de un actor a quien esa caricatura le sentase como un guante; y encontró a un Jean Angelo majestuoso, que bordaba con su actuación, plena de matices irónicos y de gestos precisos, una de las mejores interpretaciones del cine de los años veinte. Es el mismo Angelo que tal vez hayáis visto en las dos versiones de "La Atlántida" y que volveréis a ver en este mismo foro más adelante con el "Monte Cristo" de Henri Fescourt, en fase de subtitulación.
Estructurada en forma de serial, con cinco capítulos que configuran cerca de veinte años de la vida de Macaire, la película está regida por un ritmo endiablado y no nos deja tiempo de reposo, de sorpresa en sorpresa y de lance en lance. El robo a la temerosa dueña de una granja, la relación con una bella noble, la persecución continua de los gendarmes, la burla frente a todo lo establecido, cabalgadas, trapicheos con la ley, romanticismo, intriga... todo cabe y para bien en estos doscientos diez minutos largos de metraje que nos pasan como un suspiro. En algunos momentos, incluso, viendo las andanzas de este pícaro y de su simpar amigo y acólito (Alex Allin), nos vienen a la mente remembranzas del ingenioso hidalgo que nació en un lugar de La Mancha.
Naturalmente, no faltó quien echara en cara a Epstein un supuesto abandono de sus raíces surrealistas pero,a poco que nos fijemos, quedará claro que la película tiene surrealismo en grandes dosis (encuadres, transparencias, dobles exposiciones), pero unido a un bien entendido sentido de lo comercial y de la diversión (algo que, por ejemplo, Cecil B. DeMille, denostado por otras facetas de su cine, supo entender desde su primera película). La fotografía es admirable y la copia que os ofrecemos es la más completa que nos ha llegado hasta nuestros días (no la tienen ni siquiera en KG).
Virados magníficos, historias entrelazadas y, como ya dijimos, arrobas de humor, hacen de este filme una joya que deberíais descubrir y disfrutar. Tiene valores más que merecidos para ello.
