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Una joven un tanto alocada, coqueta y semimantenida por un noble bastante panoli, encuentra a un joven pintor, quien recibirá el encargo de hacerle un retrato. Dicho así, no parece que la historia tenga demasiado interés, pero si añadimos que la joven en cuestión es Anny Ondra, seguro que a más de uno se os despertarán ganas de verla. Comedia amable, de enamoramientos escondidos, de maridos celosos y de esposas intransigentes, está dirigida e interpretada por Karel Lamac, a quien ya vísteis en "La llegada de la oscuridad", en este mismo canal. La película discurre por un tono ligero y Ondra nos regala con un surtido de saltos de cama hasta medio muslo y, de vez en cuando, con alguna leve caída del tirante de la combinación. Los intérpretes están muy ajustados en sus papeles y todo sigue en la misma línea de agradable entretenimiento hasta que, inesperadamente, Lamac nos sorprende con un final impensable que, la verdad sea dicha, no creemos que venga muy a cuento, a menos que se hubiese querido comprobar las dotes artísticas de Anny. Relato de salón bien condimentado, nos permite comprobar una vez más que la cinematografía checa silente atesoraba buenos mimbres para sacar adelante cualquier género.
Eduard José Gasulla
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El guion proviene de una idea que tuvo Jan Kolar en 1924, pero que no pudo llevar él mismo a la pantalla por sufrir una larga enfermedad. Por tanto, al fin fue Karel Lamac quien tomó la batuta de la producción. "Las hijas de Eva" significó también la última película silente checa interpretada por Anny Ondra, quien poco después iniciaría su andadura por el sonoro con algunos títulos bien conocidos junto a Alfred Hitchcock, como "Blackmail". El rodaje tuvo lugar en Suiza y Alemania.
La película pretende mantener un ritmo desenfadado con toques de ligera picardía y, en efecto, hay que decir que a menudo lo consigue. Las situaciones son divertidas, Anny Ondra está en uno de esos papeles que le iban como anillo al dedo y la caligrafía de Lamac se acerca bastante a la de otros títulos chispeantes de la época, especialmente las operetas alemanas de comienzos de los treinta. Sin embargo, tanto esfuerzo se va un poco al traste (según nuestro punto de vista) por un final demasiado trágico respecto a la andadura previa de la película y por la evanescente historia que se nos estaba relatando. No se trata de una trama con moraleja (eso pensábamos) ni nada hacía presagiar ese brusco cambio de estilo.
Espléndida Anny Ondra (a quien veremos más de una vez en este ciclo), acompañada por algún que otro secundario que tal vez ofrezca un tono excesivamente caricaturesco. El colofón, repitámoslo, asombroso por lo innecesario.