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Traca y pañuelo, acontecimiento invalorable, festival del mejor cine que hayáis visto, todo esto y mucho más es la maravilla que os traemos. Seis horas y media de un serial que podría competir sin desdoro con los más famosos del maestro Feuillade (y no son ganas de hacer comparaciones odiosas).
La obra procede de Eugène Sue, ya sabéis, el de "Los misterios de París" y la dirigió con mano magistral Luitz-Morat. En ella se reúnen las vidas de todos los herederos de la fortuna de Rennepont y su andadura hasta llegar al día señalado para descubrir el testamento del citado judío. Sin embargo, los ardientes se encargarán de eliminar uno por uno a todos ellos y siempre de una forma aún más cruel que la anterior. Sólo dejarán libre al abad Gabriel, como único heredero, ya que pueden manipularlo a su antojo y así, en definitiva, quedarse con todos los millones en escudos de oro.
Cada personaje es un relato diferenciado; cada historia se va ensamblando con el hilo central; y como trasfondo, se nos ofrece una visión casi documental de la vida parisina a finales del siglo diecinueve, con sus miserias, sus intrigas y también con la horrible epidemia de peste que aquí tiene un valor especial en el colofón de la trama. No hay tregua para el espectador. Los azares del guión nos dejan con el alma en vilo al final de cada episodio. Amamos y odiamos a los protagonistas por igual. Seis horas y media, repetimos, que nos sumergen en un mundo de suspense y emociones.
Hemos hablado de los protagonistas y hay que detenernos un instante sobre ellos. Como figura central volvemos a encontrar al majestuoso Gabriel Gabrio (Jean Valjean de "Los miserables"), aquí en el papel de un soldado ruso ya veterano, cargado de bigotes, que juró a su señor llevar a sus dos hijas (descendientes de Rennepont) a cobrar su parte de la herencia. Su trabajo es un portento de matices y personalidad. También, en un papel episódico, vemos a Antonin Artaud ("Napoleón" y "La pasión de Juana de Arco", entre otras). Pero por encima de todos (y ya es difícil con Gabrio de por medio), Fournez-Goffard, el sanguinario secretario de los ardientes, con un físico de una viscosidad indescriptible, artero, sucio, traidor, asesino y repugnante, que es el encargado de liquidar a todos los herederos. Fijaos en él mesándose las manos, inclinando la cabeza en señal de falsa humildad, contando sus asesinatos con un escueto "Dos menos"... Lo llegaréis a odiar, palabra.
Pues nada, podríamos haber añadido varias páginas más con distintas consideraciones sobre esta maravilla, pero lo mejor será que os hagáis con ella y dediquéis esas horas de su metraje a sufrir, gozar y, en definitiva, a disfrutar con un cine que no tiene parangón.
