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Léonce Perret, el ilustre desconocido
Nace el catorce de marzo de 1880 en Niort (Francia). Se inicia muy joven en el mundo del espectáculo como actor de teatro y poco después participa, también como actor, en numerosos cortos. Poco a poco se va forjando un nombre en ese campo y, animado por el nuevo arte recién nacido, realiza cortometrajes, primero de forma independiente y, más tarde, ya dentro de la Gaumont. Por entonces su cine ya dibuja las directrices formales que luego le acreditarían: técnicas de encuadre inéditas, empleo de la luz para determinados efectos, etcétera. En este aspecto cabría decir que se adelantó al vanguardismo francés posterior.
En 1917, respetado por todos sus compañeros "gaumonianos", embarcó hacia Estados Unidos donde, además de adquirir amplios conocimientos de la técnica cinematográfica, dejó su impronta como realizador novedoso. De esa etapa destaca "N'oublions jamais" (1918), emotiva película con tintes patrióticos. Ya de regreso, siguió dirigiendo cortometrajes hasta concluir su "Koenigsmark" (1923), que le abre las puertas al estatuto de figura preclara dentro del cine de los años veinte.
Hacia 1925 realizó "Madame Sans-Gêne", primera coproducción franco-estadounidense, y un año después "La femme nue", obra cumbre de su legado.
Léonce Perret moría en París el doce de agosto de 1935. Tenía 55 años.
La mayoría de los cuatrocientos cortos de Perret se han perdido con el tiempo. Por ejemplo, casi toda su serie de "Léonce…" no ha llegado hasta nuestros días. Fue compañero y colaborador de numerosas figuras tanto francesas como norteamericanas: Gloria Swanson, Gaby Morlay, Mae Murray, Abel Gance, Arletty... El cine de Perret, en pocas palabras, está lleno de frescura, de cotidianeidad, de ritmo, incluso en las epopeyas históricas que le cupo dirigir. Es un cine de sentimientos, de emociones, de calidez. Y también de humor. Puede pasar de los planos de grandes masas al más íntimo detalle con apenas un movimiento de cámara. Eso consigue acercar al espectador al drama, historieta cómica o costumbrista de que se trate. Es decir, nos atraen sus imágenes porque sentimos que formamos parte de ellas.
Como sucedió con tantos coetáneos de Perret (véase, sino, el caso de Buster Keaton), su obra se redescubrió tarde, tras décadas de absoluto olvido. Hacia los sesenta, críticos y estudiosos de todo el mundo quedaron boquiabiertos ante las maravillas de este francés, elaboradas cuarenta años atrás. Se le dedicaron ensayos, se revisaron sus películas y se restauraron las que habían sobrevivido, no tantas como hubiésemos querido.
Sobre la película
Es un corto de sencillo argumento, en el que dos galanes se disputan el amor de una joven. Aquí se entablará una "guerra" de flores y al final ganará quien ponga más de sí mismo en el empeño. En este caso, Perret es el galán que no tiene premio. Y cuatro palabras sobre la protagonista, Suzanne Grandais, considerada, por su belleza, como la Mary Pickford del cine francés. Trabajó en numerosas ocasiones con Feuillade, con Perret e incluso formó su propia productora. Ella y la elegancia de las imágenes, son la principal baza del corto.
