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El mismo año en que Feuillade realiza su "Judex" (1916), un novel autor, Jacques Feyder, se atreve a dirigir una contrapartida irónica frente al hombre de la máscara. El subtítulo de esta película ya lo dice todo: "Parodia cinematográfica en cuatro partes". Y el mismo Feyder explica, con buen humor, que el serial completo constaba de 1.700 capítulos, de los cuales sólo se agruparon cuatro. No podemos saber si a Feuillade le hizo mucha o poca gracia esta jocosa "competencia", pero lo cierto es que por aquellos días la producción de seriales, tanto en Francia como en Estados Unidos, era abundante.
"El pie que aprieta" (hubo una "Mano que aprieta" posterior, en pleno sonoro), es un enloquecido chiste de hora y media, un encantador disparate, con un humor barroco a la altura de lo mejor de los Marx. El héroe protagonista es un cincuentón semicalvo y con la figura de un tonel; su fiel secretario es un niño de diez años; su novia es una joven guapísima pero simple; y el malo de la función es... ¡el inevitable Georges Biscot!, el Hombre del pañuelo verde, cabecilla de la banda criminal. Sin embargo, no le veréis la cara hasta el minuto setenta y siete, y aún entonces disfrazado de Charlot.
La parodia se convierte en genial creación. Los malos utilizan un pie para casi todo: comunicarse, pasarse la contraseña o sellar documentos. Biscot circula dentro de un cochecito de bebé y escoltado por una figura encapuchada que parece salida de "Les vampires". La joven en peligro es asediada y rescatada una y otra vez. La policía es de opereta. Los villanos figuran en el listín telefónico con el nombre de su logia, "El pie que aprieta"...
Los diez últimos minutos son de absoluta desmadre; allí aparecen, en amplios cameos, las figuras más representativas de la escena y la pantalla en esa época, encabezadas por la divina Musidora, junto a Marcel Levesque ("Judex"), René Poyen ("Les vampires" y "Judex"), etcétera. No creo que Feyder pretendiera realizar mucho más que un divertimento --aunque a la vista de los resultados, es evidente que todo el equipo se lo pasó en grande--; lo que ha quedado para la historia son noventa minutos de jolgorio con una cantidad de hallazgos cómicos que hacen difícil poder apreciarlos al completo en una sola visión.
Y cuando la veáis, pensad que esa genialidad se gestó en 1916... ¡hace cien años!, cuando casi todo en cuestión de cine estaba por descubrir.