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Si bien la obra literaria de Hoffmann se consideró durante mucho tiempo meramente fantasiosa, finalmente se investigó, en los últimos años, de acuerdo con sus antecedentes metafísicos. Algo característico de la obra de Hoffmann es su lucha constante contra el racionalismo y la revelación de la "nature morte", que culmina sobre todo en escenas de carnaval que anticipan técnicas literarias que sólo se describen en las obras de Bachtin y Bachelard.
En el trabajo de Hoffmann encontramos, entre muchas otras figuras, el Cascanueces y el Rey ratón, el Hombre de arena, el hada Rosabelverde, el doctor Prosper Alanus, el fantasma Dapertutto y el gnomo Klein Zaches, cuya habilidad es atribuirse toda la autoría de lo que se habla y hace. Este mundo singular y poético está perfectamente reflejado en la película de Oswald. En sus imágenes quedan abolidas las leyes de la física, el Más Allá se mezcla con el Aquí, la realidad tiene más de un nivel, la subjetividad se intercambia con la objetividad, los objetos muertos se convierten en individuos vivos, los seres tienen más de una individualidad y éstas incluso pueden cruzarse entre sí, como es el caso de la novela "Princesa Brambilla". No es necesario decir, por lo tanto, que las leyes de la lógica ya no existen en el trabajo de Hoffmann ni en el filme de Oswald.
Hoffmann reaccionó contra el establecimiento de un mundo romántico donde la naturaleza es personalizada, y tuvo el acierto de plasmarlo en imágenes. Al final, la famosa "Barcarola" se lleva a Hoffmann con ella. La escena revela la imagen del río Styx y del barquero Charon, y también nos parece que la música proviene del Más Allá; no es una ilusión de los sentidos: Offenbach la terminó la noche anterior a su muerte.
