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Cuatro archivos:
1-Episodios 1_2 2.23 Gb 65'
2-Episodios 3_4 2.00 Gb 61'
3-Episodios 5_6 2.44 Gb 75'
4-Episodios 7_8 1.53 Gb 77'
En junio de hace cien años, los ratones grises de Emilio Ghione invadieron el cine laberíntico y subterráneo italiano. Hoy regresan a la pantalla recuperados a su antigua gloria por la restauración de la Fondazione Cineteca Italiana. Las ratas grises, los terribles habitantes de las alcantarillas (que no son más que una pandilla de ladrones liderados por el malvado Grigione), parecen ser los inquilinos perfectos para residir en los callejones, las descampados, las escaleras peligrosas y los túneles subterráneos, siempre en pleno lumpen de los bajos fondos.
La experiencia es un viaje milagroso al pasado, que se refleja en el presente a través de un camino de descubrimiento sensorial: el olor acre de la humedad, junto al de las basuras, parece llenar nuestras fosas nasales. Así, nos convertimos en los mismos espectadores de hace cien años, con nuestros ojos hacia arriba, encantados e involucrados por lo que vemos y desde donde estamos: la revelación de historias ocultas en cada esquina se agrega a la percepción de lo "inacabado" de la trama, bienvenida como un amigo que nos cuenta sus secretos.
El modelo narrativo en serie de "Los ratones grises" sitúa al protagonista Za la Mort (cuya extensa filmografía incluye dieciséis producciones, tres novelas y varias representaciones teatrales concebidas entre 1914 y 1930) y a su intérprete y creador, Emilio Ghione, quien, gracias al personaje del apache romántico con una cara angulosa y sombría y una figura esbelta, en esos mismos años alcanzó el estatus de "estrella", indisolublemente vinculada a su alter ego cinematográfico.
Su presencia en la historia es esencial: Za la Mort es quien mantiene los hilos de todas las tramas y se las arregla para mantener la atención alta durante la historia, alternando expertos momentos de éxtasis naturalista (el entorno rural idílico en el que vive con Za la Vie) con secuencias de alto voltaje (como la cruel tortura infligida por la pandilla de los ratones grises) que nos permiten empatizar con él.
Marcado por vicisitudes, engaños, disfraces y muertes, esta serie es un largo viaje de ocho episodios que llega a los cinco continentes (desde París, a América y a una isla tropical habitada por caníbales) y que, oculta bajo la historia negra y el exotismo, nos da la imagen de Za la Mort como un verdadero trotamundos empujado a una odisea interminable para reunirse con Za la Vie, rehén de los ratones grises. Por cierto cabe destacar que en el episodio de los caníbales las señoritas indígenas no tuvieron ningún rubor en actuar como Dios las trajo al mundo, rara avis en la cinematografía de entonces.
La película, a pesar de que faltan unos 1.200 metros, revela también un encanto antiguo gracias a la claridad expresiva que la hace comprensible para todos sin el uso de palabras. Y hace saber al público que en la historia visual, para entenderse, el discurso hablado a veces es superfluo. La construcción estilística de las imágenes también está autorizada por el agudo claroscuro que devuelve figuras caricaturizadas y caras hundidas: Ghione es inolvidable en la pantalla: demacrado, anguloso y magnético; los ratones grises no existirían sin él.
--Martina Rizzo
