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"Tenía en mis manos una historia que me interesaba mucho. Se titulaba 'Laster der Menschheit'." Éste es el testimonio del director Rudolf Meinert, contado a E. M. Mungenast, que estaba preparando un libro sobre Asta Nielsen, publicado en 1929. "El personaje femenino era una madre adicta a la cocaína dispuesta a todo para que su hija no cayese en el mismo vicio. En una palabra, un papel buenísimo, hecho a medida de Asta Nielsen, la única capaz de interpretar algo así. Pero hacía mucho tiempo que la actriz no aparecía en la pantalla. Los periodistas hablaban de su retiro definitivo."
"Yo no tenía intención de rendirme y comencé a llamarla. Cuando logré comunicarme con ella, sorpresivamente me dijo: 'Está bien, pero primero quiero leer el guión'. ¡Increíble que una actriz tan sublime como ella se decidiese por una película, incluso una producción tan menor como ésta, leyendo el guión! Estuve sentado sobre alfileres y agujas durante algún tiempo, después de enviarle el guión: ¿aceptará o no? Estaba obsesionado: la película se haría sólo si Asta decía que sí, que era 'su' película. Para mí, no había nadie más para el papel."
"Cuando me dijo que aceptaba, estaba fuera de mí de alegría. Y cuando nos conocimos, Asta ya tenía las ideas claras sobre el personaje. Parecía que ya podía verlo como un todo, sus líneas, sus colores. Ella misma eligió el vestuario. Unas pocas palabras fueron suficientes para estar de acuerdo con Lippert, el camarógrafo. Una mujer extraordinaria, con una sensibilidad que le brotaba de la punta de los dedos. Vino al mundo para hacer las películas que hizo. 'Laster der Menschheit' fue rodada en un silencio casi absoluto, en completa calma, al menos en la medida que cabía esperar de su personaje, capaz en ciertos momentos de literalmente estallar. Repito, el personaje fue creado por ella, lo vio en la pantalla incluso antes de filmar. Y si tengo que decir la verdad, toda la verdad, casi no recuerdo haber dirigido esta película. Ella era la directora. Y excelente también, debo añadir."
(Del programa del festival.)
Nota personal: además de Asta, encontramos a un Alfred Abel a quien le adjudicaron un bigotito ridículo, de puro macarrilla, y al siempre eficaz Werner Krauss. Asta, permitidme que lo repita, está inconmensurable .
