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"Dancing Mothers" es única por su espléndido final, que nos muestra que las mujeres tienen mentes y opiniones propias. Si bien la mayoría de los melodramas de Hollywood de este período tuvieron finales felices, "Dancing mothers" se desvía de esa norma y de la manera más realista y refrescante. La madre (Alice Joyce), cansada de que la dejen de lado, se va sola y deja atrás a su hija egoísta (Clara Bow) y a su esposo infiel (Norman Trevor). Un final que las audiencias de hoy no tienen dificultades para digerir, pero que el público de la década de los veinte esperaba que fuese muy distinto: todo atado y bien atado en bonitas cintas de Hollywood donde las cosas debían acabar bien según la mentalidad acomodaticia burguesa. Bravo por quienes optaron por filmar a una mujer que se defiende por sí misma y no se rinde ante lo que las normas sociales dictarían. Las mujeres fuertes de esta clase no eran muy frecuentes en el silente norteamericano.
Valiente carga frontal contra los que suelen creer aquello de "la mujer, la pata quebrada y en casa". Aquí, quienes se quedan en casa y bastante quebrados son el marido y la hija, como justo castigo al sufrimiento que aplican a una maravillosa esposa y madre (espléndida Alice Joyce).