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Discípulo ferviente de De Mille, Allen Holubar no se priva de copiar al maestro insertando viñetas de edades antiguas dentro de la trama central. Viajamos hasta la era de Constantino I, de la Edad Media, de la época en que reinaba el matriarcado, etcétera, siempre siguiendo el leit-motiv repetitivo del papel de la mujer dentro de la historia y de los manejos del hombre para evitar que su compañera sobresalga más que él o sencillamente aprovechándose de su supuesta superioridad sobre la fémina.
Mensajes claros de los aspectos negativos del machismo, presencia femenina siempre pisoteada, hasta extremos que rozan la parodia, pero todo ello con un claro tufillo a moralina, cuando no a mensajes evangélicos, que ensombrecen el producto final. La escenografía es bastante suntuosa, gracias a los insertos de épocas pasadas; y la protagonista, Dorothy Phillips (esposa del director), ofrece una buena interpretación. La copia llega restaurada desde la holandesa EYE.
Tratando de minimizar el mensaje que Holubar nos propone, podríamos decir que a una feminista de nuestros días quizá el planteamiento de la película empiece pareciéndole bien, pero terminaría aborreciéndola por su maniqueísmo. Un ejemplo: el marido de Victoria, senador corrupto que ha sido descubierto en sus trapicheos y es encarcelado, recibe en su celda la visita de su esposa. Ésta le trae un libro de textos evangélicos ("Léelo, cariño y cree en él" -dice Victora). La reacción de él es tirar el libro al suelo. Pero no se preocupe el espectador bienpensante. Luego lo recogerá, lo leerá, meditará y ¡zas!, comprenderá dónde está la Verdad, volviéndose no sólo bueno, sino también temeroso de Dios. Y de ahí, corramos hacia el The End con la imagen reconfortante de la familia unida de nuevo. ¿No es bonito?
(Eddie Constanti)
