327

Mikael


General

Titulo original: Mikaël
Nacionalidad: Alemania
Año de producción: 1924
Género: Drama

Otras personas

Director: Carl Theodor Dreyer
Escritor: Carl Theodor Dreyer; Thea von Harbou; Herman Bang
Productor/Estudio: U.F.A.
Compositor: Neal Kurz
Fotografia: Karl Freund; Rudolph Maté

Funcionalidades

Duración: 94
Pistas de idioma: Muda
Idiomas de los subtítulos: Castellano
Modo de color: Blanco y negro
Fuente ripeo: DVD
Soporte: x264
Tipo archivo: MKV
Calidad imagen: Muy buena
Peso: 1,6 Gb

Reparto

  • Benjamin Christensen
  • Walter Slezak
  • Max Auzinger
  • Robert Garrison
  • Nora Gregor
  • Didier Aslan

Sinopsis

Un famoso pintor llamado Claude Zoret (Benjamin Christensen) se enamora de uno de sus modelos, Michael (Walter Slezak), y por un tiempo ambos viven juntos felizmente.
Zoret es considerablemente mayor que Michael y por ello, éste empieza a distanciase de él, aunque Zoret no se da cuenta en absoluto. Cuando una condesa arruinada (Nora Gregor) acude a Zoret, aparentemente a encargarle un retrato pero con la intención real de seducirle y estafarle su dinero, encuentra que Michael es más receptivo a sus avances, se lía con él y le usa para robar a Zoret. Cuando el pintor descubre lo que está pasando se hunde y su trabajo lo acusa terriblemente. Para colmo Michael vende el retrato que Zoret le había pintado y regalado, y también roba y vende los bocetos que Zoret había hecho en su estancia con él en Argelia, al principio de su amor. En su desesperación Zoret empieza a trabajar en su obra maestra, un cuadro de gran escala de un hombre tumbado en la playa, usando Argelia como fondo, que representa a un hombre que lo ha perdido todo.
Tras finalizar el cuadro, Zoret cae gravemente enfermo. Charles Switt (Robert Garrison) permanece junto a él en su lecho de muerte. Switt siempre ha amado a Zoret y ha estado junto a él, nunca criticó a Michael porque sabía que Zoret lo quería y no hubiera hecho algo que le hiriera. Switt envía un mensaje a Michael, diciéndole que Zoret se estaba muriendo y que viniera enseguida, pero la condesa se lo impide. Las últimas palabras de Zoret, que sirven también como prólogo de la película son: «Ahora puedo morir en paz, porque he visto el verdadero amor».

Comentarios

Escena de apertura: interior de la sala principal de una lujosa mansión, repleta de preciosos elementos ornamentales. Entra la luz hacia el fondo, por unos ventanales que se sugieren. El techo es alto y dota de profundidad a la imagen. En el ambiente flota el silencio, el tiempo pasado, la humana presencia... Dreyer insiste en este plano porque sabe que es único, irrepetible. Lo incluirá más de una vez en la película. La tarea del decorador es genial. Un plano así, merece una película. Años después, Woody Allen lo intentó con el plano nocturno del puente de Brooklyn en "Manhattan" y casi llegó... "a las sandalias" de Dreyer.

¿Historia de amor homosexual? De amor, a secas. El cincuentón pintor ha encontrado a su motivo de inspiración en Michael, apuesto, vivaz, cruelmente ingenuo. Lo hará y dará todo por él, económica y sentimentalmente. Pero todos estos esfuerzos no podrán retener al modelo, al amor imposible, al ser idílico inalcanzable. Ahora mismo, si alguien tuviese la osadía de filmar un remake de esta historia de Herman Bang, polémico escritor homosexual de finales del siglo diecinueve, imaginamos que abundaría en besos entre hombres y en situaciones más o menos escabrosas. Dreyer nos demuestra que todo eso no es necesario. Hay más pasión en una mirada que Zoret dirige a Michael que en media docena de felaciones.

Erotismo deliciosamente presentado, Dreyer se permite añadir la historia marginal de la princesa rusa que apenas aporta nada a la trama, si no es para magnificar el majestuoso final del pintor, cuando ya no tiene nada por lo que seguir trabajando, soñando, amando. Los protagonistas están espléndidos, desde Zoret a ese amigo suyo, periodista, que sigue la trama junto a él, como un testigo mudo de la tragedia. Y en el papel de ese ángel de la muerte llamado Michael tenemos al irreconocible Walter Slezak, más adelante convertido en un saco de grasa como secundario en mil películas norteamericanas (véase "El pirata", de Minnelli), que deambula un tanto despistado a lo largo de toda la función.

Es una película para aprender qué es el cine. Y para disfrutarla, por supuesto.