Comentarios
Después de haber posteado aquí “La maman et la putain” me ha parecido el momento idóneo para traer “Milestones” de Robert Kramer, una película contemporánea junto con la que puede presentarse como documento de la vida de cierta gente en una determinada época; una en París, la otra en los Estados Unidos. ¿Qué época y qué gente son esa? ¿Dónde estaban Marie, Alexandre, y Veronike en mayo del 68? No cuesta imaginarlos participando en asambleas políticas, o incluso metidos tras las barricadas. Pero la efervescencia de los movimientos revolucionarios ha pasado. En “La maman y la putain” no se habla de mayo del 68, pero su ausencia es ominosa. Mientras en París esos hombres y mujeres jóvenes guardan luto, en América un puñado de hombres y mujeres también jóvenes tratan de mantener viva la llama que encendieron a finales de los 60. En ese sentido puede decirse que la otra película de Kramer que posteo hoy, “Ice”, representa el flujo de aquello que “Milestones” representa el reflujo. Luto frente a hibernación de dos películas igualmente excesivas, en las que parece no querer dejarse nada fuera, nada sin decir. Dos ríos de palabras que discurren con la imagen.
------------------------------------------------
Mamá recuerda cómo era su infancia en los Estados Unidos de 1900, 1906, 1917. Helen termina una película sobre su viaje a la República Democrática de Vietnam del Norte. Su hija Karen da a luz a una hija. Peter sale de la cárcel tras dos años e intenta decidir cómo empezar una nueva vida aquí, en el corazón del imperialismo. Un antiguo biólogo marino que vive en una comuna de hombres toma medidas para que su hijo de siete años vaya a vivir con él después de una larga separación. Harriet (Jane, en la película) y Erika practican la acupuntura e intentan integrar las técnicas curativas tradicionales en la medicina occidental. Un alfarero ciego da a sus amigos y, por cordura, se aferra a su trabajo. David está preocupado por la organización política en la planta de automóviles. Un veterano de Vietnam regresa a la vida cotidiana, pero lo matan en un robo. Los barcos de esclavos que transportaban su carga desde la Costa de Oro siguen flotando bajo la superficie de esta sociedad racista y decadente. El linchamiento continúa. Sharon (Jan, en la película) sale de la cárcel y retoma el trabajo político donde lo dejó dos años antes. Jamie descubre que tocar en bares le lleva de nuevo a confrontarse con las realidades de la explotación y la opresión.
Gail no tiene una comunidad a la que recurrir cuando la violan. Liz muestra dónde mataron a su abuelo los navajos. Unos peces nadan en lo profundo del mar. Lou y Amber abandonan su país, su comuna, su hogar, en busca de una ciudad donde vivir y sentir una conexión con las realidades de la gente negra y del Tercer Mundo. La Luna flota lentamente por entre las nubes. La espuma marina se aferra a las rocas, se revuelve, la corriente la arrastra hasta la corriente de alta mar. La niebla está por todas partes. La gran energía de la cascada atraviesa esa bruma. El piloto de un bombardero norteamericano capturado entrecierra los ojos a la luz de una rueda de prensa en Hanoi. Por todo el continente hay señales de resistencia de los americanos indígenas que antaño poseyeron esta tierra. Los niños, sus padres, los padres de estos padres. Revolucionarios, heridos, gente sin rumbo, soñadores, marginados, personas fuertes y serias. Solitarios, canallas, comuneros, algunos que sólo intentan hacer verdaderos cambios. Un espejo donde muchos de nosotros podemos mirarnos y evaluarnos: hasta dónde tenemos que ir.
Robert Kramer y John Douglas, 1975