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La trama empieza bien, pero pronto se enreda. Dos amigos se han propuesto llegar a la cima de las Dolomitas, pero montados en sus motos. Salen los dos, con el añadido de un tercero, que conduce un sidecar (y que es, también, el que registra las imágenes de la aventura). Poco después, el del sidecar desaparece y quedan los dos amigos del principio (hay que suponer que el del sidecar es el que toma las imágenes. Más tarde, a los dos amigos se añade una chica (que va de "paquete" en una de las motos). Aquí falta el tercer hombre, que debe ser quien filma la aventura. Y ya, por fin, quienes escalan los Dolomitas son los dos del principio, con un tercero que registra la aventura.
En definitiva, esos dos ascienden por pendientes de más de 80 grados, se caen y vuelven a subir, hasta lo más alto de las montañas alpinas. Y mientras eso sucede, accedemos a bellas vistas de pueblos, enclaves, amaneceres y ocasos de centroeuropa. Es una "excursión" maravillosa de un par de valientes que decidieron construir un sueño para la posteridad y que nos han dejado su experiencia en forma de espléndidas imágenes que ahora, casi cien años después, podemos saborear como si fuesen procesadas hace dos días.
(Eddie Constanti)