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Restauración procedente del Festival de San Francisco, junto a otras entidades, como ya sucedió con "Pay back", de Borzage. Peca, como aquélla, de falta de luminosidad, pero la imagen es muy correcta.
Como sucede con los intertítulos, la película está "estirada" hasta casi el infinito. No sabemos si lo que se pretendía era dotar de mayor dramatismo al argumento o bien hacer más moroso el relato para llegar con mayor facilidad al sentimiento del espectador.
En el guión se mezclan demasiados temas y todos demasiado importantes: feminismo a ultranza, deber ante la justicia, un crimen que se carga contra un inocente, intolerancia contra las mujeres, venganza de unos inmigrantes italianos en la tierra de las libertades políticas... ¿A qué nos conduce todo ello? A un amasijo de viñetas que no acaban de cumplir con su objetivo y, lo que es peor, terminan aburriendo hasta al apuntador. Una lástima, porque el director, Willis L. Robards, muestra buenas manera y sabiduría al ofrecer las imágenes.
Dorothy Davenport, más tarde directora, estaba embarazada de su primer hijo (el marido era Wallace Reid), al iniciar el rodaje. Nada más fácil de solventar; se hace "casar" a la protagonista y en un santiamén queda justificada su muy visible y pronta maternidad. El resto del reparto cumple más o menos con sus papeles con reparos, como ese marido de la juez que podría llevarle treinta años de diferencia, o la hermana ciega que se pasa la película mirando a los cielos y tanteando paredes y sillas, aunque lleve toda su vida en esa casa. El final nos parece acomodaticio y no resulta creíble, al menos para habernos hecho soportar tantos minutos de tensión y suspense.