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¡POR FIN! (con mayúsculas, como un grito), podríamos decir, sin temor a parecer exagerados, al presentar esta joya. Aquí tenemos la copia completa, restaurada y con una imagen perfecta de "Moulin Rouge". Su duración es la correcta (127 minutos por los 86 que conocíamos en la copia vieja) y la trama sigue el guión original, o sea que se ha tenido que remontar, prácticamente, escena por escena.
Para nuestra gusto lo mejor de E.A. Dupont (la sigue muy de cerca "Picadilly"); por fin podemos ver, por ejemplo, esa primera secuencia de más de veinte minutos, sin intertítulos, que transcurre en el interior del Moulin, con diversas escenas de una revista de la época (de hecho, esa parte se rodó en el Casino de París). Y la secuencia final ya tiene sentido para nosotros con los insertos que faltaban. La historia es tan simple que podemos resumirla así: la hija de Parysia, máxima estrella del Moulin Rouge y mimada por todos los parisinos, visita a su madre a quien no ve desde que era niña. La acompaña su prometido, hijo de un noble severo y anticuado. La boda de los jóvenes encuentra trabas que parecen insalvables y el dramático final llega como una redención para todos.
Con una cámara preciosista y reveladora, Dupont nos ofrece planos que parecen imposibles de rodar por lo intrincado de su eje de visión. Los personajes secundarios, la gente de la calle y de la platea del Moulin, aparecen, se presentan y desaparecen sin una sola palabra, sólo con la maestría de un gesto, de un guiño, de una mirada. No hace falta reseñar quién es el chulo, quién el ricachón en busca de jovencitas o quién la buscona resabiada por los años de profesión. Dupont se mueve entre las piernas de las coristas, entre bastidores, tras el habano del noble frívolo, en la barandilla del gallinero... no hay plano, rincón ni detalle que escape a su objetivo escrutador.
El reparto está presidido por la impresionante Olga Tschechowa en el papel de Parysia. ¡Qué lección interpretativa! ¡Cuántos matices en una sola mirada! Soberbia esa escena en que se observa ante el espejo y por primera vez se pregunta si el público advertirá ya su madurez. O esa otra, llena de tensión erótica, en que su enamorado se agarra a su falda, a sus brazos, arrodillado y negándose a soltarla. Al lado de Tschechowa, su hija parece, además de mayor que ella, una muñequita sin alma.
Para mi gusto, una de las obras capitales de ese año, 1928, en que los americanos ya producían filmes sonoros. A "Moulin Rouge" no le hace falta el sonido (además, se le ha añadido una banda sonora espléndida).