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Desde luego la peli es de lo más interesante. No se puede decir menos de 49 minutos donde cabe de todo. Esto sí que es un totum revolutum de lo más desconcertante. Empieza con un ritmo vertiginoso de imágenes (tanto que apenas da tiempo a percibir su contenido) claramente dispuestas para hacernos sentir el stress salvaje del prota, de la vida llena de urgencias y exigencias laborales que lleva. Despista la banda sonora, nada dramática, todo lo contrario y tiendes a pensar que la intención es relajar el tono, destensarlo bastante para no agotar al espectador. Y se agradece, la verdad, porque un Bernard Herrmann, por ejemplo, habría conseguido ponernos de los nervios a nosotros también. Esta primera parte me ha encantado, pero de repente la historia da un giro y se convierte en una especie de NO-DO diseñado para informar a la población de las cosas éstas de los problemas nerviosos, su origen, tratamiento y la conveniencia de una vida saludable regida por los buenos hábitos y el ejercicio físico. Tanto es así que a Garkin se le va un poco la mano y la peli pega un bandazo en plan Leni Riefenstahl con imágenes documentales casi épicas de deportistas en su esplendor ejercitándose a diestro y siniestro a los acordes de marcha miltar y todo. Tras esta tercera etapa llega la cuarta y definitiva que nos devuelve al prota y su stress postraumático. Si a todo este frenesí estilístico y argumental le sumamos una música de lo más variado y poco soviética (claramente americana al principio y mexicano-carioca al final) el resultado es una obra bizarra que ,desde luego, no deja indiferente.