Comentarios
No hay duda que el cine danés encontró un buen filón con las películas sobre mormones y trata de blancas a comienzos del siglo pasado. Ésta, por ejemplo, es de 1912 y la tercera sobre el tema que filmó el ilustre Urban Gad. Se nota su mano con la cámara, que ya no permanece totalmente fija, como sucedía en esa época. Hay muchos exteriores y sobre la vida en San Petersburgo se nos muestra muy poco, excluidos dos o tres policías que, ¡cómo no!, lucen espesos mostachos.
La trama cuenta con un apreciable suspense. No importa que la falta de coherencia se note aquí y allí: el barco donde viaja el teniente novio de Nina recibe la orden de ir a San Petersburgo, precisamente, donde ella está retenida; el teniente, al entrar en la habitación donde han escondido a Nina se da cuenta enseguida de que hay una puerta falsa en la pared... Pero no importa, Nina es rescatada, evitándole así que caiga en el oficio más viejo del mundo. Supongo que sabéis a cuál me refiero. Y perdonad que os haya contado el final, pero si llegan a cargarse a Nina, se le tendría que dar un buen tirón de orejas al señor Gad.
(Eddie Constanti)