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Basada en un libro de James Oliver Curwood, el otro gran escritor de las grandes epopeyas estadounidenses (en primer lugar está Zane Grey, por supuesto); el mismo Curwood, junto a Hal Roach, produjo esta película que nos relata las vicisitudes de un nativo canadiense que es perseguido por un crimen que no cometió. Su novia fiel no cree las noticias de que éste ha muerto (propagadas precisamente por el personaje culpable del asesinato) y el hombre que configura el cuarteto es un miembro de la policía montada, enamorado asimismo de la joven y encargado de dar con el paradero del falso culpable.
Filmada en los mismos paisajes donde transcurre el relato, las estampas canadienses afloran con todo su esplendor y remarcan la historia de esta persecución. Ríos, montañas, bosques y cañadas, con el contrapunto de vivencias paralelas, como la del perro del protagonista y un cachorro de oso rescatado por éste, que aprenden a ser amigos e incluso a salvar al nativo de más de un problema.
En esta ocasión, Chaney deja atrás sus personajes torturados, inválidos y deformes, para encarnar a un hombre que debe luchar no ya sólo por demostrar su inocencia, sino por salvar la vida ante las trampas que le sitúa en su camino el villano de turno. Lewis Stone, con su proverbial sobriedad, se hace cargo del personaje del policía que, a la postre, será quien decida el destino de los dos enamorados. El rodaje tuvo enormes dificultades, tanto por la realización en escenarios naturales como por las secuencias más críticas. Se cuenta que en el desarrollo del tramo del incendio en el bosque, Chaney y Betty Blythe tenían que huir con su hijo en brazos, pero al planificar la escena hubo un error y se dirigieron directamente a las llamas. Por suerte, los productores y directores tomaron la precaución de montar una especie de "tubería" de escape preparada precisamente para escapar de esos imprevistos. La pareja pudo salvarse, no sin sufrir quemaduras de importancia.
Película de aventuras, de acción, de intriga y de mantener los dientes apretados hasta ese final que surge como un bálsamo tras tanta desventura. Recomendable para los que aún creen que el buen Chaney sólo servía para personificar a jorobados.