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¡Cuántas veces habremos visto este tema en la pantalla! Quasimodo, Esmeralda, Frollo... Enseguida nos viene a la memoria la versión con el magnífico Lon Chaney de protagonista. Pero antes, al mismo tiempo que Griffith realizaba sus innumerables cortos con Pickford y Gish, Capellani establecía su peldaño de gloria en el séptimo arte con esta versión primeriza del drama de Victor Hugo.
Una versión que, no vamos a engañarnos, demuestra su talante teatral en todo su metraje, con una Napierkowska que diez años más tarde crearía su personaje de Antinea en "L'Atlantide" (bastante más rellenita de carnes) y un Frollo que es un prodigio de gesticulación. Vedlo alzando sus manos al cielo, enfundado en su negra capa, como un Drácula/Bela Lugosi avant la letre, pretendiendo hacernos creer, a nosotros y a la pobre Esmeralda, que lo único que desea es... en definitiva llevársela al huerto, porque los ardores del deseo son más fuertes que su apostolado.
Sencilla y primaria en su planteamiento y sus objetivos, la película ofrece una vez más la visión adelantada a su tiempo de Capellani y la demostración de que, con inventiva y audacia, uno puede triunfar en cualquier cosa que se proponga. En este caso, en el mundo de la cinematografía.
Eddie Constanti