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Onésime employé des postes


General

Titulo original: Onésime employé des postes
Nacionalidad: Francia
Año de producción: 1912
Género: Comedia

Otras personas

Director: Jean Durand
Escritor:
Productor/Estudio: Société des Etablissements L. Gaumont
Compositor:
Fotografia:

Funcionalidades

Duración: 6
Pistas de idioma: Muda
Idiomas de los subtítulos: Castellano
Modo de color: Blanco y negro
Fuente ripeo: DVD
Soporte: x264
Tipo archivo: MKV
Calidad imagen: Muy buena
Peso: 100 Mb

Reparto

  • Ernest Bourbon
  • Mademoiselle Davrières
  • Édouard Grisollet

Sinopsis

Empleado de correos, Onésimo se muere de amor por una bella cliente. Como también es poeta, le escribe una carta de amor. Pero, ¡ay!, la dama está casada con un luchador sin trabajo...

Comentarios

Otro genuino producto de la factoría Gaumont, aunque trabajó también para la Pathé y la Lux, se dice que Jean Durand incluso creó sus propios estudios, aunque en este aspecto, como en otros de su biografía, se cierne una lógica nebulosa. Su cine era el propio de los saltimbanquis, de la jocosa destrucción de los decorados (hoy diríamos del más sano desmadre) y de la sublimación de las escenas hacia el puro enloquecimiento). Luis Malle le dedicó un cariñoso recuerdo-homenaje en su "Zazie dans le metro". Sin embargo, a partir de la Gran Guerra sus productos derivaron hacia un mayor sentido del drama y la catástrofe, más acorde con los tiempos que se vivían.

De cualquier forma, ese período llamémoslo "de reflexión", no duró demasiado. Enseguida Durand volvió a su esencia cómica y se repitieron las caídas y el desplome de muebles y enseres. La mayoría de sus películas son cortos y por sus manos pasaron personajes (a veces creados por él mismo), como Onésime, Marie, Serpentin, Battle Bill, Calino o Zigoto. En esta misma primera antología os ofrecemos algunos cortos de Onésimo, aunque el grueso de producciones de este personaje se ha perdido en el tiempo y el espacio.

Una interesante exclusiva que ahora se os presenta con el fin de que descubráis a este buen artesano que hoy apenas recuerda nadie, pero que merece todo nuestro respeto por el espíritu y dedicación que dedicó en esos años primerizos del cine.

Ya lo sabéis: si os apetece pasar un buen rato viendo cómo se liquidan decorados en pro de argumentos apenas existentes y a favor del más simple y sano desenfreno, y si al mismo tiempo queréis ampliar vuestra cultura cinematográfica un poco más, pasad y conoced a monsieur Durand.