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Premios
1952: Cannes: Gran Premio del Jurado
La historia y los diálogos son los que son. Habría que ser muy cafre para destrozar los textos de Shakespeare. El tema de los celos es el motor de la narración, lo que permite bucear en todo un juego de engaños, instintos, inseguridades y reacciones imprevisibles de los personajes.
La interpretación del personaje de Yago es brillantísima. Welles, como casi siempre, está bastante sobreactuado, pero a mí personalmente me encanta porque se come la pantalla y contribuye a esa dosis de teatralidad que exige el film.
Pero sin duda lo que eleva está película a un lugar privilegiado en la historia del cine es la imagen. A medio camino entre el expresionismo y el cuento gótico, Welles nos regala un repertorio de planos y secuencias de una grandísima belleza plástica. El uso que hace de la sombra y la luz, de las columnas, las rejas, los espejos... es como si en todo momento hubiera una narración paralela de los sentimientos de los personajes.