329

Páginas del libro de Satán


General

Titulo original: Blade af Satans bog
Nacionalidad: Dinamarca
Año de producción: 1921
Género: Drama

Otras personas

Director: Carl Theodor Dreyer
Escritor: Edgar Høyer; Carl Theodor Dreyer; Marie Corelli
Productor/Estudio: Nordisk Films Kompagni
Compositor: Philip Carli
Fotografia: George Schnéevoigt

Funcionalidades

Duración: 157
Pistas de idioma: Muda
Idiomas de los subtítulos: Castellano
Modo de color: Blanco y negro
Fuente ripeo: DVD
Soporte: x264
Tipo archivo: MKV
Calidad imagen: Excelente
Peso: 2,3 Gb

Reparto

  • Helge Nissen
  • Halvard Hoff
  • Jacob Texiere
  • Hallander Helleman
  • Ebon Strandin
  • Johannes Meyer
  • Nalle Halden
  • Tenna Kraft
  • Jeanne Tramcourt
  • Viggo Wiehe
  • Emma Wiehe
  • Hugo Bruun
  • Elith Pio
  • Emil Helsengreen
  • Viggo Lindstrøm

Sinopsis

Los cuatro momentos elegidos para seguir el debate entre el Bien y el Mal se sitúan en el ámbito de la traición de Judas a Jesucristo, la represión de la Inquisición española sobre los herejes, la Revolución francesa y el contexto de la Revolución rusa. A través de un mismo personaje, Satán (interpretado siempre por Helge Nissen), que acaba en todas las historias (menos en la última) mirando a la cámara con un gesto de arrepentimiento, se siguen las intrigas de los representantes del Biel y el Mal. Es un buen pretexto para Dreyer para indagar en la aparición de la maldad en las mentes particulares, además de en temas como la brujería o el martirio. También constituye un ejercicio que le permite variedades estilísticas similares a las que desde el expresionismo, especialmente en El gabinete de las figuras de cera (1924), de Paul Leni, o Las tres luces (1921), de Fritz Lang, se llevarán al máximo, primando la "expresión".

La primera historia, la de Jesucristo, muestra una Santa Cena muy de manual de historia del arte, con todos bien dispuestos en una mesa estrecha y alargada, mirando al frente y con Jesús presidiendo la cena. Sin embargo, no aparece la Crucifixión ni momentos anteriores de la vida de Cristo. No, la historia se sitúa en un margen de la Historia, cerca de Judas y de quien le instiga en su traición: Satán. Buena parte de la acción, especialmente la del beso de Judas, transcurre en un bosque apartado. La cámara se sitúa muy cerca de los rostros atormentados de los mártires y de sus conciencias. Planos como el de una muchacha tocando el arpa o el ya comentado de la Santa Cena son de una gran belleza.

La segunda historia, la de la Inquisición española, está presidida por el rostro enigmático de Satán reencarnado en el máximo inquisidor, al acecho de herejes, en este caso un caballero español que cree ver en la Virgen el rostro de su amada Isabel. Su rostro y su peinado recuerdan, unos años antes, a la clásica representación de Drácula en el cine, especialmente el modelo lugosiano. Celdas en penumbra, barrotes, una mujer presentando una cruz ante el que cree una representación del diablo, un mártir flagelándose de espaldas y desnudo de cintura para arriba, todo ello contribuye a configurar diversas estampas, como momentos pictóricos que se suceden. Es un buen ejercicio tener presentes estas imágenes y luego ver Dies Irae de la etapa sonora del mismo director.

Ya en estas historias aparece una clara vocación del montaje a través de lo que se enfoca o lo que no, de lo que sí o no se ilumina. Esta tendencia se acentúa en la tercera historia, la dedicada a los últimos días de María Antonieta y la eclosión de la Revolución Francesa. Se da en los juegos de una aristócrata con su loro y en la aparición/desaparición alterna bajo las sombras de dos amantes que están situados frente a frente. Es una forma de contar que estaba esos mismos años triunfando en Alemania. Se combina la amarga espera de María Antonieta en una celda, las intrigas de algunos para que la Reina y los aristócratas pierdan literalmente la cabeza, con incluso una escena de humor, la de unos niños jugando a la Revolución. Es una maravilla el plano en que Satán, encarnado en un jacobino, se queda mirando al joven al que quiere manipular mientras éste sube a ver a escondidas a su amada. Cuando la cámara se sitúa arriba, con el joven, la puerta a medio cerrar permite ver la cara obsesionada de Satán vigilando a su víctima. Un momento que demuestra una gran habilidad en el manejo de la profundidad de campo.

La cuarta historia, situada en la Revolución Rusa, presenta como "malos" a los bolcheviques, a los rojos, en su persecución de blancos. Pero el gran tema, que lleva a un gran final, es el camino hacia el martirio de una mujer, atrapadas entre varias insatisfactorias opciones de salida de su situación. El gran momento llega con el suicidio de la mujer, con su rostro en primer plano.

El gran impacto de las imágenes, de referencia pictórica, se ve perjudicado a nuestro entender por la excesiva aparición de rótulos, con un estilo casi de tratado sobre el tema, y por lo poco dinámico del ritmo.

El planteamiento de tratar sobre un concepto (en este caso, el debate entre el Bien y el Mal) y ver su presencia en diversos momentos de la historia del hombre no era nuevo y más bien constituía una moda. Era reciente el estreno de Intolerancia (1916) de D.W. Griffith, cuya influencia Dreyer se aprestó en negar o, en todo caso, delegó su originalidad al guionista (Edgar Hoyer), pues este título es el único de su filmografía en que no figura como autor del guión, aunque seguramente intervendría. Quizás habría que señalar la influencia italiana y, en especial, Satana (1912) de Luigi Maggi, que también influyó en una película hoy perdida de Murnau: Satanás (1920). Aparte de la obvia relación con La brujería a través de los siglos, de Christensen (de la que hablaremos en los próximos días), este modelo fue utilizado también en el cine norteamericano por autores como De Mille, aunque de forma más reducida, estableciendo vasos comunicantes ideológicos entre presente y pasado.

Es curioso pero si se miran algunas de las historias que triunfan hoy en día, el modelo a la hora de entrelazar historias es el de varias historias que coinciden en el tiempo, pero en espacios diferentes, lo más alejados que se pueda. Cada tiempo tiene su forma de contar y sus motivos para ello.

Comentarios

El maestro danés Carl Theodor Dreyer (1889-1968), hijo de madre soltera que lo entregó a un orfanato, fue adoptado poco después por el matrimonio Dreyer de quienes tomó su apellido. Aunque algunas biografías lo desmienten, sus padres adoptivos debían ser muy religiosos, pues sino no se explicaría la importancia que tienen sus creencias religiosas -profundamente luteranas- en su obra cinematográfica.

Aunque comenzó como periodista, en seguida sintió una atracción especial por el cine, siendo especialmente cautivado por los filmes de Victor Sjöström y David Wark Griffith. Especialmente quedó tan cautivado tras la visión de INTOLERANCE, que decidió hacer su propia versión, también en cuatro historias, que abarcasen cuatro periódos de la historia universal: la Jerusalén de Cristo, la Sevilla del XVI, el París revolucionario del XVIII y la Finlandia de la primera guerra mundial.

En este año en que se cumple el quinto centenario de la publicación de las 95 tesis de Martín Lutero en Wittenberg, hay que recordar que los luteranos enseñan que existen espíritus malignos o demonios dotados de poder, enemigos implacables de Dios, de su creación y de la iglesia. Creados como ángeles buenos, se rebelaron contra Dios y fueron eternamente condenados al infierno. Pero no sé de dónde saca Dreyer su cita inicial: "Habitarás entre los hijos de los hombres. Tomarás su forma, les tentarás para que actúen en contra de mi voluntad. Cuando uno caiga en la tentación la maldición que está sobre ti se prolongará en 100 solsticios. Por contra, cuando alguien se te resista, tu sentencia será acortada mil años. ¡Vete y continúa tu obra maléfica!". Porque esto parece una prima al diablo por perder, no por ganar. Los cineastas barceloneses Ricardo y Ramón de Baños parecieron no entenderlo tampoco muy bien y dedicaron uno de sus maliciosos cortos "borbónicos" a esta película del bienaventurado Dreyer.