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De hecho y por justicia, Mary-Cleo Tarlarini fue la primera diva de la pantalla italiana, ya que había nacido en 1878 y cuando Bertini y compañía hacían sus pinitos, ella ya rondaba los treinta largos. Se inició en el cine en 1909, interpretando cortos para la firma Ambrosio. Su filmografía es extensa y con la llegada del sonoro se eclipsó totalmente, a excepción de tres filmes en los que sólo intervenía en cortos papeles. De físico difícil, quizá se la recuerde ante todo por "La nave" (1921), de Gabriellino d'Annunzio. Tenía la particularidad de que se negaba a recitar los diálogos de sus películas si alguien no tocaba el violín en el plató; además, creó su propia productora (Cléo Film), junto a su esposo. La dirigieron autores como Luigi Maggi, Arrigo Frusta, Caserini, Rodolfi, etcétera. Hemos dado con un largometraje y un mediometraje que os presentaremos, aunque también disponemos de breves cortos en donde apenas asoma la nariz. El largo es éste, "Parsifal" (1912).
Se trata del conocido romance medieval del caballero del mismo nombre, uno de los hombres del rey Arturo, en su búsqueda del Santo Grial. Para ello, Parsifal debe ser completamente puro de cuerpo y espíritu, algo que desde el primer momento tratan de evitar los dos magos-brujos de la historia, hombre y mujer, con distintas malas artes. Ella es la Tarlarini (la bruja Kondrie), quien a pesar de sus pocas dotes de mujer fatal, intentará seducir al doncel para que pierda su virginidad... y el Grial, por supuesto. La ambientación y los decorados son bastante ascéticos (por no decir pobres), como por otro lado corresponde a la historia. Elucubrando un poco, no nos atrevemos a pensar qué hubiese podido hacer un Ken Russell, por ejemplo, con esta trama.
Esta versión que os ofrecemos la dirigió Mario Caserini, quien ocho años después, en 1920, fallecería (contando 45 años). Luego se filmaron dos o tres más sobre este tema, entre ellas la de Hans-Jürgen Sybelberg y la del español Daniel Mangrané. Así, pues, película modesta, muy agradable de ver y con unos efectos especiales que hoy nos pueden mover a risa, pero que resultan encantadoramente naíf.
