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Jackie Coogan, el niño de la celebrada "The Kid", de Chaplin, es este pequeño diablillo de la película y cumple muy bien con su papel de estrella infantil. Espontáneo y vivaracho, sabía estar frente a una cámara y se convirtió sin problemas en el pequeño actor más cotizado de su época. Más tarde, el personaje de Henry Peck lo retomó Jackie Cooper, ya en el sonoro. Aquí dirigió la película el prolífico Sam Wood, años antes de embarcarse en sus famosas cintas con los Hermanos Marx.
El aliciente principal y básico del filme es Jackie Coogan y en este sentido el resto de peripecias de la trama quedan a un lado para dejar que el chaval haga de las suyas. Es tal su desparpajo y naturalidad que uno se pregunta si se le aleccionó para seguir el guión escrito o, simplemente, se le dejó a sus anchas para que montase el pollo como y cuando él quisiera. El ritmo de las imágenes es ágil y apenas nos damos cuenta de que han transcurrido cincuenta y un minutos cuando aparece el rótulo del The End. Otro motivo que enriquece la producción es la banda sonora de William Perry al piano que se le añadió muchos años más tarde. Una sana diversión, en suma, que nos transporta a esa época en que las películas aspiraban mayoritariamente a entretener a la platea.
Eddie Constanti