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Sobre Max Linder
Se llamaba Maximilien Gabriel Leuvielle y provenía de una familia de raíces judías, dedicada al cultivo de viñas. Con su vestimenta atildada y su chistera, fue el artista francés mejor pagado de su época y las señoras de la platea causaban tumultos para verle en persona. Se fue a Estados Unidos, donde conoció a Chaplin, que más de una vez afirmó ser "discípulo suyo". Como no tuvo éxito en aquel país, regresó para incorporarse casi inmediatamente al conflicto bélico de 1914. En las trincheras estuvo expuesto al gas asfixiante y como consecuencia le quedaron unas graves secuelas tanto en el aspecto físico como en el síquico (tuvo que tomar morfina para calmar los fuertes dolores que sufría y terminó siendo adicto a ella). A pesar de que relanzó su carrera e incluso conoció el éxito en su segunda visita americana, las depresiones le acompañaron hasta el fin de su vida. El 31 de octubre de 1925 llegó a un pacto con su esposa, Jean Peters: Max le cortó las venas y luego hizo lo mismo consigo mismo. Su figura y su obra fueron prácticamente olvidadas hasta que su hija, Maud, editó "En compañía de Max Linder" y el público accedió a toda la importancia de este genial actor y director.
Único y singular en el tipo de cine que ofrecía, pionero y al mismo tiempo creador de moldes, la figura de Max Linder nunca será tan bien reconocida como merece. Atípico, porque su humor reunía un compendio de géneros que apenas estaban creándose en otros países (como el slasptick en Estados Unidos), rompedor, porque sus filigranas interpretativas iban mucho más allá del pastelazo en la cara, elegante, porque su propuesta maridaba señorío y toque canallesco, Linder nos sorprende desde las imágenes de sus innumerables cortometrajes, donde siempre hay cabida para la reflexión y el estudio del más profundo costumbrismo, aunque sin caer, nunca, en el discurso de tesis ni en el aburrimiento.
Al contrario de otros comediantes de su época, sus largometrajes no eran un simple argumento "estirado" hasta el infinito sin más objetivo que cumplimentar la hora y pico de metraje. Hay enjundia en cada plano, hay estudio del personaje, hay ingenio en los entrelazados que configuran la trama general.
"Be my wife" parte de un equívoco entre una pareja; a lo largo de los cincuenta y cinco minutos de duración, el bueno de Max deberá deshacerse de varios entrometidos que desean terminar con su felicidad y con su unión con la mujer que ama. No tendréis que esperar mucho para empezar a sonreír: exactamente cuarenta y un segundos, cuando el primer gag genial del francés alumbra la escena inicial. Luego... el torrente de carcajadas se prodiga hasta un final que nos deja pidiendo más "ración" de tanta maravilla.
Restaurada por la Fondazione Cineteca Italiana, escribió y dirigió la película el propio Linder y al no tener intromisión alguna en su resolución, la obra es reflejo fidedigno del bienhacer de su autor y las imágenes nos quedan como un ejemplo de divertimento y calidad que ya forma parte de la historia del cine.