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Y así es como se formó esa llamada “Gran nación”... y así siguió durante siglos... derramando sangre una y otra vez. Una película bien filmada y bien actuada, con un guión crítico respecto de la colonia inglesa en Norteamérica (se habla mucho de la denominada “leyenda negra”, de la colonia española del siglo XV y XVI y muy poco de las otras, aún más crueles creo yo). Aquí un genial Dustin Hoffman da vida a un blanco al que los indios “Pawnies” matan a su familia y es adoptado por una tribu de “Cheyenes”, donde aprende que para la tribu las rocas, los ríos, las plantas y los animales están vivos y se les trata con veneración y respeto, mientras que para los blancos todo está muerto, rocas, ríos, plantas, animales... y lo que no está muerto lo terminan matando. En la ola de crítica fruto de la cultura “hippie” que busca rescatar una distinta manera de vivir y relacionarse con la vida. Se agradece el ritmo y el tono de humor que logra en tantos momentos, para soportar el genocidio colonial de ese momento. Queda clara esa inconmensurabilidad frente a la vida, donde la cultura es incomunicable, al igual que su sistema de creencias y valores.