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Desconocemos la novela de Guillermo Díaz Caneja que sirve de base argumental a Pilar Guerra, así que poco podemos decir de su fidelidad a un original literario en el que Buchs se aleja momentáneamente de los asuntos de época. Sea por su ambientación contemporánea, sea por su afán de buscar nuevas vías de conexión con el público gracias a una novela poppular, el caso es que Pilar Guerra difiere considerablemente de otros proyectos del director. A pesar de su final feliz, el relato cuenta una doble historia de “amour fou”. Por una parte tenemos a Luciano (Juan de Orduña), hijo del alcalde (Modesto Rivas) de la localidad cantábrica de Aráceli y aspirante a escritor. Su pasión por Pilar (María Antonieta Monterreal), maestra de la localidad, le llevan a proponerle una fuga, a violarla cuando la encuentra en Madrid, a arruinar a su padre con tal de mantenerla y a padecer unos celos por el escultor Ángel Roberto (Rafael Calvo) que casi le cuestan la muerte. Por otro lado, con más protagonismo que él, está la propia Pilar, mujer independiente que intenta abrirse camino en Madrid, posa como modelo para el escultor y lleva adelante una calculada venganza contra su violador, que la convierte en una auténtica “femme fatale”.
Rodada en la primavera de 1926, pero no estrenada hasta final de año, la cinta tiene el inconveniente de llegar al público entre Una extraña aventura de Luis Candelas (1926) —rodada después— y El conde Maravillas (1927), con la que comparte ambientación de época y localizaciones en el Madrid de los Austrias, lo que la convierte en un cuerpo extraño en ese momento de su carrera:
Al presente, Pilar Guerra, con ser técnicamente elogiable, [...] no ha resultado un acontecimiento. No obstante, es justo declarar que si esta cinta no aumenta los sobrados títulos de Buchs, tampoco los contrarresta en nada. Es, en suma, una película más, con aciertos parciales, en los que se descubre al director que abría da producir La extraña aventura y que en El conde de Maravillas triunfará solemnemente. [A.P.C., en La Libertad, 22 de diciembre de 1926, pág. 7.]
Hoy en día, la consideración de la película ha dado un giro radical. Ahora se valora su carácter de melodrama protofeminista —o, al menos, con protagonismo femenino— por encima de los espectáculos históricos que constituirían el legado de Buchs a finales de la década de los veinte, con El 2 de mayo (1927) y Prim (1930) por estandarte.
En 1941, el actor Félix de Pomés dirigiría una nueva versión de esta historia, de la que no nos consta que se conserven copias.
(carnicerito)