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Dramón decimonónico, de moco y pañuelo tendido, orquestado por la batuta de Eugenio Perego y con la semidiva (nunca llegó a serlo del todo), Leda Gys. La trama, llena de celos, remordimientos y amores despechados, va dando vueltas alrededor de una supuesta infidelidad que nunca se manifiesta. De hecho, nos queda la duda de si la copia está completa, ya que hay algunos pasajes nada claros.
El dato curioso del guion es que, quien debería ser el marido ofendido se comporta de forma más brutal que el posible ofensor (hay que ver cómo maltrata a la hija que él piensa que es bastarda). Los escenarios, rodados casi todos en interiores están recargados como en una película de Visconti (véase, por ejemplo, "El inocente": mires por donde mires, ni en paredes, suelos o techos no cabe ni un alfiler). Los intertítulos son tan recargados y barrocos como la misma decoración. Lo mejor: sus sesenta y tres minutos.
(Eddie Constanti)