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Interesante película, donde privan más los sentimientos, el deber, el egoísmo y la hipocresía que los grandes despliegues de masas y la planificación espectacular. De hecho, la mayoría de sus escenas están filmadas en interiores, pero la fuerza de los protagonistas sirve para conseguir que la acción tenga un buen ritmo y el interés no
decrezca en ningún momento. Aquí es inevitable citar a la pareja principal, el soberbio Ivan Mosjoukine y la sensible Mary Philbin, en un duelo interpretativo excelente, bien secundados por el rabí, inflexible pero a la vez acosado por las contradicciones.
La trama se olvida incluso de la guerra que actúa como telón de fondo y se centra en ese tour-de force entre Constantin y Lea, hasta que la joven admite que siente por el ruso una atracción que va más allá de pensamientos y creencias. Y en las postrimerías, cuando llega el beso consentido en una escena memorable, caen las caretas y hablan los corazones.
Pero hay más en este notable filme: la doble moral de las gentes cuando se trata de salvar la piel; la debilidad del prometido de Lea, que no duda en arrastrarse a los pies del enemigo para suplicar clemencia y luego tampoco duda en acusar a la joven una vez que los cosacos se han ido; la inflexibilidad del rabí, que acepta que su hija se vea con el príncipe para salvarlos, pero no que el príncipe ponga un anillo en el dedo de Lea como promesa de que volverá a buscarla. Un buen estudio de caracteres y un continuo e intenso juego de miradas entre Mosjoukine y Philbin, son regalos que nos ofrece este título.
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Cuando Mosjoukine viajó a Hollywood, los productores le obligaron a cambiar su nombre (John Moskin) y a someterse a una operación de cirugía estética que restó expresividad a su rostro.
Él, que había trabajado con Protazanov, Epstein, L´Herbier... y estuvo a punto de protagonizar el "Napoleón" de su amigo Abel Gance; que escribió muchas de las películas en las que trabajó e incluso llegó a dirigir dos (una de ellas la interesante "Le brasier ardent", de 1923); que durante su estancia en París fue apodado "el Rodolfo Valentino ruso";...
Tras su fracaso en EEUU, volvió a Francia, pero la llegada del sonoro acabó de hundir su carrera (tenía un marcado acento ruso).
Finalmente, murió de tuberculosis, solo y arruinado, en 1936, a los 49 años de edad.
Es una pena que esta gran figura del cine mudo europeo haya caído prácticamente en el olvido.
