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No sabemos cómo estaba la situación inmobiliaria en París cuando se rodó este mediometraje, pero todo da a entender que, por el tono entre irónico y crítico que se utiliza, la cosa debía estar a punto de estallar. Luitz-Morat, de quien ya trajimos aquí "La cité foudroyée", se tomó el asunto en broma y realizó un puro disloque de treinta y tantos minutos, que tiene su mejor baza en el humor (a veces con sal gruesa), que destila el producto.
No hay pisos de alquiler y los que hay son palomares desvencijados en una buhardilla, a la que se debe subir por una escalera de mano, sótanos con vistas a las piernas de los transeúntes y casas en peligro de desplome. Incluso los puentes del Sena están alquilados por gente de la nobleza que va a pasar allí debajo la temporada de verano. Ante este panorama, ¿qué le queda por hacer al novio protagonista? No me tiréis de la lengua porque no lo diré. Si queréis saberlo, ved esta enloquecida parodia y os aseguro un puñado de risas.
Eddie Constanti