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Ésta es la película que debía cambiar la imagen de Mary Pickford, o al menos eso era lo que pretendía Lubitsch. Pues digamos enseguida que no la cambió. En toda la cinta seguimos viendo al pequeño lord Fauntleroy, a la heroína de Papá piernas largas y a Annie Rooney, aunque Mary pretenda ser una chica algo desvergonzada que canta por las calles. Despejada esta incógnita, nos preguntamos qué otras virtudes podría tener "Rosita". Y llegamos a la conclusión de que, sin ser la obra más redonda de Lubitsch, la película cuenta con bastantes alicientes como para que la tengamos en cuenta.
La ambientación y los escenarios brillan a gran altura. La realización tiene momentos de buena factura: planos cenitales de Pickford cantando, profundidad de campo en las escenas de interiores (algo que también utilizó Dreyer en su "Michael"), ritmo bien sostenido y una interpretación ajustada, con Irene Rich como la reina y Holbrook Blinn (que tiene cierto parecido con el mismo Lubitsch en su juventud), como el rey calavera. Mary Pickford es, como ya hemos dicho, "ella misma".
Por fortuna --o por inteligencia propia--, Lubitsch huyó de la típica españolada, algo que no supo hacer, por ejemplo, De Mille con su "Carmen". La trama se sigue con interés y tiene secuencias francamente divertidas, como la presentación de la familia "feliz" de Rosita. La música, excelente, compuesta para la ocasión, se basó en temas de la misma película en su estreno. Todo ello nos conduce a una sesión placentera que no desmerece en cualquier videoteca que se precie de disponer de títulos interesantes. ¿Por qué detestaba tanto Mary Pickford esta película? Tal vez porque ella y Lubitsch eran dos caracteres tan fuertes que por fuerza debían chocar.