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De origen sueco, Viking Eggeling solo pudo completar una película, Diagonal Symphony. La importancia que se le concede en la historia del cine de vanguardia no es, sin embargo, desdeñable. Se debe no sólo a las cualidades formales de la película, sino también a la significativa trayectoria histórica que llevó al artista de la pintura al cine. Vinculado al grupo dadaísta de Zúrich, expuso en el cabaret Voltaire a partir de 1916. Tristan Tzara le presentó a Hans Richter, con quien trabajó hasta 1921.
Inicialmente, los dos artistas se propusieron integrar las cuestiones del tiempo y el movimiento en la pintura. Abandonando el cuadro de caballete, produjeron rollos largos, Vertikal-Horizontal Symphonie y Diagonal Symphonie. Marcado por su encuentro con el compositor Ferruccio Busoni, Eggeling busca un lenguaje elemental basado en el contrapunto visual, el equivalente al contrapunto musical. Como muchos artistas de principios de siglo (en particular Kandinsky), la evolución hacia la abstracción se hace por tanto mediante metáforas o analogías musicales. Y el paso al cine se dará entonces a partir de una reflexión realizada sobre la naturaleza del movimiento. La articulación música-abstracción-movimiento está en el origen de la película Diagonal Symphony.
La película dura apenas unos minutos, pero su producción —en difíciles condiciones materiales y técnicas— ocupó los últimos años de la vida de Eggeling. Con un diseño gráfico que puede hacer pensar en ciertos dibujos de Paul Klee, la película consiste en un desarrollo animado de formas abstractas, organizadas según un juego de oposiciones en torno a un eje diagonal.
La visión utópica de Eggeling así como sus exigencias éticas, que expone en particular en la revista MA, provienen de su deseo de ver el advenimiento de un cine que pueda ser considerado como un arte en sí mismo, alejado de la industria del entretenimiento, y lo que podría, en cierta medida, “liberar” a la pintura de su peso académico. Liberado de las limitaciones de la figuración y la narración, este nuevo enfoque del cine nos obliga a repensar todo de nuevo y, por lo tanto, está en consonancia con los pensamientos y prácticas artísticas de vanguardia de su tiempo. Haciéndose eco de otros sueños de artistas contemporáneos, Eggeling busca la posibilidad de fundar lo que él llama un “lenguaje universal”. Es comprensible que este diseño despertara el interés de Raoul Hausmann, que firmó un manifiesto con él, y de Theo Van Doesburg, que le dedicó un artículo muy elogioso en su revista De Stijl.
patricio de haas