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Existen muchas conexiones temáticas a través de la imagen y se puede observar, sin necesidad de ser un gran estudioso del tema, que Karel Plicka dedicó muchísimas horas de trabajo no sólo a la grabación, sino a la composición y edición del material. Probablemente era consciente de que esa manera de vivir las tradiciones de su pueblo iba desapareciendo poco a poco y me refiero no sólo a las tradiciones eslovacas más conocidas como las danzas Hajdu, sino también a las tradiciones más arraigadas y que desaparecen, si no lo han hecho ya, como los juegos de los niños durante el pastoreo, la elaboración del queso, el prensado manual del cáñamo o las antiguas celebraciones de las fiestas de la cosecha con sus preciosos trajes de la región de Zemplin.
Karel Plicka no sólo era un etnógrafo y estudioso del folclore, sino que su amor por plasmar las tradiciones y las gentes de su tierra le hizo formarse primero como fotógrafo y luego como realizador, pero siempre aportando una mirada poética o lírica en aquello que retrataba el objetivo de su cámara.