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Otro De Mille más, rescatado para vosotros de las entrañas de mi videoteca. Y esta vez, un verdadero festival para los adoradores de don Cecilio. Citas de sesudos autores clásicos, consignas redentoristas a mansalva y máximas sobre el bien y el mal, de todo cabe en esta película sobre un ateo semiparalítico y la joven que le hace sentir Pigmalión y ferviente enamorado. Pero la joven desagradecida (Swanson), prefiere los músculos del siempre eficaz Monte Blue y deja a su maestro-novio plantado. Por supuesto, luego recibirá una lección de la Divina Providencia y... etcétera.
En contraste con "For better, for worse", casi podríamos decir que revolucionaria por su mensaje antibelicista, aquí De Mille se muestra tan conservador como el que más, aunque en esta ocasión no nos regale con una visión del pasado en forma de estampa alegórica. Los escenarios utilizados son modestos y tal vez el plato fuerte sea una breve secuencia en las excavaciones del metro que huele a decorado de estudio con estanque incluido. Ah, y un paseo por el parque de atracciones, nada del otro jueves.
Mi opinión personal es que el filme se ve lastrado por el exceso de verborrea en los intertítulos, que muchas veces suena a sermón dominical ("En la forja de la vida, Dios nos abre caminos...", blablabla). Los actores sacan su papel a flote con oficio y Swanson, que por aquellos años intervino en varias producciones de De Mille, está acertada, tanto en los tramos chispeantes como en los dramáticos. Sin embargo, quien se lleva la palma es esa ama de llaves que aparece pocas veces en la pantalla, pero siempre para sembrar una sentencia de grave fuste. Véase, sino, ese final, apoteosis de la fuerza de la fe, donde con el simple poder de la mente (y con una Biblia en las manos), esa señora consigue hablar con Dios y pedirle que el lisiado descreído admita su amor por la Swanson, que el padre ciego se reencuentre con su nieto desconocido y pesquen un gran besugo juntos, que padre e hija se reconcilien y (aquí ya entramos en la esfera del puro milagro), ¡que el paralítico vuelva a andar! ¡Qué gran cosa sería tener a un ama de llaves de tal calibre!
La pena es que la cinta no dure cinco minutos más, porque nos atrevemos a decir que el padre ciego podría recuperar la vista. Vamos, tened por seguro que cuando la veáis, esa noche dormiréis beatíficamente.
