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Ésta es una de las pocas películas en las que un joven Oliver Hardy fue emparejado con un cómico relativamente desconocido entonces (y ahora), llamado Bobby Ray. Al ver esta película, es evidente que Hardy interpretaba un personaje que coartaba su vis cómica. Bobby Ray tuvo la oportunidad de construir su personaje, pero todo lo que obtenemos es una "pifia" tras otra. Hardy crea carácter con cada gesto y es evidente que ya está desarrollando su célebre personalidad mandona pero cómicamente efectiva (vedlo cómo trata a la mujer que está interesada en Bobby), que luego tendría tanto éxito junto a Stan Laurel.
Aquí Hardy y Ray son un empapelador y su ayudante, respectivamente (de ahí el título de la versión editada de un carrete de este corto, "El ayudante del empapelador") que son contratados para empapelar un sanatorio. Por supuesto, esto conlleva muchos gags de auténtica locura. También hay un montón de gags sobre emborracharse por accidente, sobre cosas que parecen similares y que se cambian accidentalmente (terminan empapelando las paredes con carteles de circo) y sobre gente que se cubre de pegamento. El material que se les da no es malo, pero sí muy genérico. Supongo que para una película que se supone que está protagonizada por un cómico sin carácter como Bobby Ray, eso no es tan sorprendente, pero a Hardy el "papel" (valga la redundancia), le queda estrecho.