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La factoría de Hal Roach, dispuesta una vez más a manufacturar uno de sus productos desquiciadamente divertidos. Y lo consiguen. La historia de los viejos y achacosos componentes de un equipo de béisbol de cuarenta años atrás, que reviven viejas glorias gracias al hijo de uno de ellos, es trepidante, divertida y no da tregua al espectador.
Los gags de la trama son de primera clase y la dirección (Fred Guiol y Ted Wilde, dos habituales de las películas de Harold Lloyd), está llena de nervio y ritmo. Tal vez decae un poco en las escenas dialogadas, pero enseguida recupera el temple y nos hace disfrutar con caídas, chistes visuales y una pequeña ración de suspense. En el reparto, además de Glenn Tryon (un cómico que convendría reivindicar), encontramos a Noah Young, sempiterno "bruto" de los filmes de Lloyd. Y la secuencia final, con los ancianos arremetiendo contra los facinerosos, es de antología. Fijaos, por ejemplo, en el tirachinas gigante que fabrica uno de los viejos con sus tirantes.
No os la perdáis. En estos tiempos que corren es conveniente reír a menudo a carcajadas y ésta es una buena ocasión para practicar tan saludable disciplina.
Eddie Constanti