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Nacido en Hungría, Geza von Bolvary fue un prolífico director que se inició en la industria del cine como actor, en los años veinte, para luego empezar a dirigir, producir y escribir guiones hasta el inicio de los cincuenta, cuando falleció víctima de problemas cardíacos. Su labor creativa incluye más de un centenar de películas y por sus producciones pasaron personajes tan importantes, en función de actores o codirectores, como Marta Eggerth, Heinz Rühmann, Anny Ondra, Willi Forts, Willi Fritsch, Clouzot, Gustav Frölich, Richard Oswald, etcétera.
A Bolvary, un genuino artesano de su tiempo, se le recuerda muy a menudo por sus operetas género que repitió como director escénico en teatros como el Volksoper de Viena.
Sin embargo, este filme que hoy os presentamos, coproducción alemano-inglesa, nada tiene que ver con la opereta. Es un insólito "experimento", podríamos llamarlo así, en el que Bolvary se atrevió a mezclar elementos de horror, de humor, de intriga, y todo ello aderezado con unas pinceladas del más puro expresionismo germano. La historia de fondo es una leyenda según la cual un maquinista de tren que murió en extrañas circunstancias se aparece cada año por la vía férrea justamente la noche en que falleció. La acción se desarrolla en una lúgrube y destartalada estación, en una noche lluviosa, donde se reúne un grupo de personas de la más variopinta condición y que no tienen otro remedio que esperar hasta el amanecer, cuando pasará otro tren que les conducirá a su destino.
En el estudio y desarrollo de dichos personajes es donde Bolvary se luce: tenemos a una dama de la liga antialcohol, algo histérica y que resulta ser la primera que empina el codo; un pareja de recién casados que se arrullan a modo; otra pareja que viaja justamente para descasarse; un extraño individuo, socarrón y que no deja de reír ni un segundo, que nos sorprenderá hacia el final de la cinta; un macabro operario de la estación; un loro impertinente y un fantasma que aparece y desaparece hasta que nos preguntemos si realmente existe, entre otros secundarios. En sus idiosincracias personales y en la relación que se establece entre ellos, está lo mejor de la película, que luego tendría dos nuevas versiones en años sucesivos.
Rebosante de humor, como ya dijimos, la trama se lleva a un ritmo endiablado y las sorpresas se suceden sin tregua. Incluso los mismos intertítulos son de los más originales que hayamos visto en esa época del silente. Un pequeño descubrimiento que ponemos a vuestra disposición y vuestro crítico paladar cinéfilo, gracias al buen compañero MonsieurHulot, a quien desde aquí agradezco su ayuda para los posteos, bien demostrada durante todo el año.