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Con un guión de la excelente Anita Loos y una dirección elegante de Allan Dwan, la película nos ofrece un relato de intolerancia y racismo, apenas bañado por la historia de amor secundaria que se describe.
Que nadie espere, por otro lado, al Fairbanks saltarín y equilibrista que todos conocemos. Aquí su interpretación es comedida, tratando de exteriorizar la pena y la tristeza que le rodean por el rechazo de las gentes blancas de su entorno. Sam de Grasse, como siempre, borda su papel de sheriff odioso y el resto del reparto cumple con las expectativas previstas. Los escenarios naturales son muy bellos, aunque incluyen ese enorme árbol hueco (falso) que sirve como vivienda al pobre proscrito; de hecho, nos parece más lujoso que muchos de los diminutos pisos que hoy se alquilan en nuestras ciudades.
Interesante propuesta, por tanto, una restauración estupenda y una oportunidad para ver a Fairbanks en otros registros distintos al habitual suyo.
Eddie Constanti