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"Ángela -le dice el espía alemán a la protagonista-, soy un enemigo de tu país, pero no te he traicionado a ti. ¿Puedes odiarme por servir a mi país, que es lo que se espera de cualquier hombre?". Éstas son las palabras que Joseph, el supuesto americano, dice a la joven cuando ésta descubre que él es alemán. Y ahí nace uno de los momentos controvertidos de este hermoso melodrama que hoy os ofrecemos en copia restaurada.
Frances Marion, la directora, se vio con un guion demasiado lleno de connotaciones sentimentales, pero supo transformarlo en un laberinto de situaciones al límite, donde, por ejemplo, es imposible discernir en qué punto comienza el deber y en qué otro prevalece el amor. Por otro lado, parece que la censura de la época también metió baza en el resultado final. Hay un rótulo que nos indica que la pareja se ha casado en secreto, pero no hay imágenes que lo corroboren. ¿Imposición de la censura? Lo cierto que el niño que nace de esa unión se convierte en el epicentro dramático a partir de la segunda mitad de la película, cuando éste es arrancado de los brazos de su madre, so pretexto de que Angela está desequilibrada por la muerte de Joseph.
Es decir que ahí comienza una nueva película, por decirlo así. Y la angustia de esa madre privada de lo único que la mantenía viva se transmite a nosotros y nos atrapa hasta el momento culminante del filme. Vais a sufrir, queridos cofrades, pero también en el sufrimiento existe el goce, y que nadie piense que me refiero a las prácticas sadomasoquistas. En resumen, os propongo esta bellísima película, producto de otra de las pioneras del cine mundial, que, a poca empatía que pongáis de vuestra parte, os hará emocionar como raras veces. Es una advertencia.
(Eddie Constanti)