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Esta vez Harrison Ford es un hipocondríaco de tomo y lomo que se queja porque los aires de Arizona "le quitan las ganas de tomar pastillas". Phyllis Haver es la guapa de turno y en el reparto aparecen también dos viejas glorias de la factoría Sennett: Mack Swain (el gordo prospector de "La quimera del oro" y Chester Conklin, quien, cuando Ford le recita la lista de sus "dolencias", exclama: "Hijo, tienes de todo menos caspa"). Un buen guión y un ritmo sostenido amalgaman las escenas "tranquilas" con las de persecuciones frenéticas. El director fue Scott Sidney, quien, con la nómina de buenos actores que tenía entre manos, uno se imagina que no tuvo demasiado trabajo.
Fijaos en las veces que citamos a Harrison Ford en este ciclo: fue un puntal indiscutible de la comedia hollywoodiense en los años veinte. Aquí borda su papel de enfermo timorato que, ya que se considera casi moribundo, no dudará en emprender las más arriesgadas de las acciones. Buenos gags, intertítulos divertidos y situaciones sorprendentes hacen de esta película una opción muy recomendable.
(Eddie Constanti)