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Siempre es una alegría recuperar una película de Borzage y más, como en este caso, con una copia estupenda y completa. Borzage es, junto a Capra, uno de los que más ha insistido en "vender" su visión del sueño americano con un halo de romanticismo.
Sin embargo, la visión idealizada de Borzage sobre el inmigrante era, a su vez, bastante selectiva sobre los inmigrantes que a él le gustaban y los que realmente no. Ford hizo mucho alboroto sobre los trabajadores chinos (algunos de los hombres que originalmente habían construido el Transcontinental) empleados en la película "The Iron Horse", pero nunca les dio ningún papel protagonista en sus filmes, más allá de los coolies anónimos, mientras privilegiaba, a poco que pudiese, a sus paisanos irlandeses.
Esta película despliega un aire sentimental sobre los mexicanos de California, incluso cuando sean despreocupados y demasiado confiados. Sin embargo, cuando interviene el japonés (pérfido, por supuesto), los intertítulos se refieren a él o a sus conciudadanos con el feo calificativo de "japo". Yo he preferido cambiarlo por "japonés" en la traducción. La Ley de Inmigración de 1924 prohibió, efectivamente, la inmigración japonesa. Por supuesto, no había tal cosa como la "colonización" japonesa en Estados Unidos que se intenta plasmar en esta película; los japoneses habían sido importados para reemplazar a los chinos, cuya inmigración había sido prohibida desde 1882 (Ley de Exclusión China). Durante estos años de "peligro amarillo", el sueco Warner Oland tenía una demanda constante para ejercer de oriental siniestro, pero incluso una estrella tan grande como Sessue Hayakawa enfermó por el prejuicio y se mudó a Francia.
Por supuesto, todo este sentimiento antiinmigración fue hace mucho tiempo. La legislación ofensiva fue derogada... ¡en 1966! Y con respecto al internamiento de japoneses estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos aceptó que hubo "violaciones fundamentales de las libertades civiles básicas y los derechos constitucionales"... ¡en 1988!
A esta altura del comentario, uno se da cuenta de que con el asunto del evidente racismo de la película, nos hemos olvidado de añadir otros datos sobre la misma que también interesan. Pues digámoslo de un tirón: "The Pride of Palomar" es una buena película, con momentos de una belleza indudable, una buena interpretación general y unos exteriores bien fotografiados. Lo del racismo... queda para cada cual con su pensamiento particular sobre el tema.
(Eddie Constanti)